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"Si quieres, puedes limpiarme".




“Si quieres, puedes limpiarme… Extendió la mano y lo tocó... 
Quiero, queda limpio” 
(Mc 1,40-45).  

Jesús se estremece ante la oración de un excluido.
Se conmueve y se indigna de que la ley margine, y además en nombre de Dios.

Jesús, por amor, carga con nuestras dolencias y enfermedades, con nuestros sufrimientos y pecados.
Él mismo se hace "impuro", para purificarnos a nosotros, devolviéndonos la vida y alegría.

Jesús viola la ley al tocar al leproso y le dice palabras entrañables.
“En él todo habla de misericordia”.  
Que el Espíritu Santo ilumine tu vida y puedas salir de la indiferencia hacia la cercanía con todos los que están en las orillas del mundo.    

"Señor, si quieres, puedes curarme".
Puedes sanar mis heridas, aliviar mi dolor restablecer la salud de mi cuerpo y mi mente.
Curar los males que aquejan mi espíritu.
Sanar la violencia del mundo, la injusticia, la desigualdad...


"Si quieres, puedes limpiarme".
Ven y sana mis heridas.
Ven y líbrame de mis miedos.
Ven y lléname de tu paz con tu ternura, mi Buen Pastor.

Acerquémonos de manos de María a Jesús, sin miedo, alentados por su intercesión, para que limpie nuestra lepra, porque es el Misericordioso.
¡Demos testimonio de su obra y milagros en nuestra vida!


Nunca dejará María de extender su mano hacia ti.

Acojo, Jesús, tu amor.
Me abro a la vida que me comunicas en plenitud. 
Me sorprendo de tu inmensa gratuidad.
Te alabo y te bendigo, Jesús de mi vida.  

De rodillas solo ante ti,
Señor de la vida.
No ante fugaces promesas
o imposibles tesoros.
No ante los dioses de barro.

De rodillas,
sin aspavientos
ni exigencias.
No hay mérito
ni medalla
que garantice respuesta.
No hay contrato
o regateo
para atraparte.

Es más fácil.
Pedirte ayuda,
abrir los brazos,
y murmurar, confiado,
“si quieres, puedes…”


José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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Señor Jesús, al hacerte humano tocas, abrazas y besas la pobreza de nuestra naturaleza, la debilidad de nuestra carne y de nuestro corazón.
Gracias, Jesús, por tocarme, abrazarme y besarme.

En el contacto entre tu mano y la mano del leproso quedó derribada toda barrera entre Dios y la impureza humana, y nos mostraste que tu amor es más fuerte que cualquier mal, incluso más que el más contagioso y horrible. 
Gracias, Jesús, porque estás siempre de mi parte.

Tú nos muestras, Jesús, que la voluntad de Dios Padre es curarnos, purificarnos del mal que nos desfigura y arruina nuestras relaciones, para que vivamos felices, como buenos hijos de Dios Padre, como hermanos de todas las personas.
Gracias, Jesús, por curarme, por purificarme, por perdonarme.

Jesús, tomaste sobre ti nuestras enfermedades, te convertiste en «leproso», para que nosotros fuéramos purificados.
Gracias por asumir el dolor y la muerte para darnos la salud.
Señor, que tengamos el corazón siempre abierto, para dejarnos tocar y curar por ti, para abrazar y sanar a cuantos nos necesiten.


Oración inspirada en la audiencia de Benedicto XVI, del 12 de febrero de 2012

Si quieres recibir bondad, antes tienes que dar amor, generosidad, delicadeza, ternura. 
"Dad y recibiréis".



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