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Colaborar en la misión de Cristo




“Id al mundo entero 
y proclamad el Evangelio”
(Mc 16, 15-18).

Hoy recordamos la conversión de san Pablo.
El perseguidor se convirtió en perseguido.
Hombre de gran cultura, pasó penalidades de todo tipo para anunciar a Cristo Resucitado hasta morir decapitado.

La verdadera conversión siempre tiene como origen el encuentro con Jesucristo y como consecuencia el anuncio del Evangelio.

Solo la Palabra de Dios es tan poderosa que puede sanar tu pasado e inspirar tu futuro.

San Pablo con su temperamento, con su carácter, con su humanidad, fue un instrumento en las manos de Dios

Tenemos a Dios de nuestra parte y quiere que hagamos presente su voluntad en esta tierra, con fe, con ánimo, con esfuerzo y esperanza

Nada os hará daño: id a toda criatura, proclamad, curad.

No vamos porque queramos o podamos, sino porque somos queridos y enviados.
La misión no la inventamos nosotros.
Lo nuestro es colaborar en la Misión de Cristo.
Es importante saber dónde estamos, adónde vamos y Quién nos lleva.

Jesús envía a sus discípulos a anunciar la Buena Noticia por todo el mundo. El mejor modo de anunciar es desde nosotros mismos.
Id al mundo entero y proclamad el evangelio; con vuestras palabras, con vuestras miradas, con vuestras acciones, con vuestra vida.
Si los demás ven el Amor de Dios y su Palabra en nuestra vida, estaremos siendo misioneros de Buena Noticia.



"Id al mundo entero y proclamad el Evangelio".
Nuestro único compromiso y misión: ser Iglesia Evangelizadora.
Testigos para que el Evangelio llegue a más hermanos.
La obra es suya.

Madre de la Evangelización, en ti toda la fuerza y signos para llevar a tu Hijo a todos los hombres.

¡Gracias!


Doy gracias por la vida nueva que se me regaló con el don de la fe.
Sigo necesitando la conversión; sigo necesitando escuchar Su voz, que me derriba del caballo y transforma mi corazón.
Sigo buscando cada día el encuentro con quien llena mi vida de sentido

Quiero ser tierra de misión.
Tierra porque estoy hecho de barro, porque en mí está sembrada la semilla del Reino.
De misión porque quiero estar con los más pobres, con los excluidos. 
Porque quiero llevar, allí donde haga falta la Palabra y la caricia de Dios.

Te doy gracias, Señor, porque cuentas conmigo,
a pesar de mi pequeñez y mi pecado.
Cuentas conmigo y me llamas,
como llamaste a Pablo,
un fariseo inteligente, fanático, intransigente,
que quería acabar con los que no pensaban como él.

Gracias a tu cercanía,
Pablo se cayó del caballo de sus prejuicios
y descubrió que donde abundó el pecado,
sobreabundó tu amor;
que tu grandeza se muestra en nuestra debilidad;
que nos podemos fiar de Ti completamente;
que Tú lo habías elegido para anunciar el Evangelio.

También a mí me has cambiado, Señor. Gracias.
Que sepa acercarme cada día a Ti,
para que puedas acabar la obra
que has comenzado en mí
y yo sepa contagiar mejor
la luz, la alegría y la esperanza de nacen de la fe.


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