"Quiero, queda limpio".




“UNA VEZ, 
ESTANDO JESÚS EN UN PUEBLO, SE PRESENTÓ UN HOMBRE LLENO DE LEPRA” 
(Lc 5,12)

Un hombre lleno de lepra percibe algo sorprendente en Jesús.
Se acerca y se pone ante él.
No necesita hablar, porque sus palabras son sus miembros con la vida casi perdida.
Esa es su oración.

"Señor, si quieres puedes limpiarme.”

Saberse pequeño, vulnerable y necesitado es el principio de la fe.
Saberse confiado en Dios, en su grandeza y en su misericordia es vivir en la fe.

La lepra es todo lo que llevamos dormido o casi muerto dentro de nosotros. 
No importa que al acercarnos a Jesús nuestros gestos y palabras sean pobres.
Esa es nuestra mejor oración.  

"Si quieres, puedes limpiarme".
Ven a sanar todo lo que nubla mi mirada y mi corazón.

Quiero dejarte actuar en mi vida, libérame de todo lo que me esclaviza y mueve mi corazón a la alabanza y al servicio.   

Jesús cumple así lo escrito siglos atrás: “sanar corazones desgarrados y vendar las heridas”.
Durante su vida, lo hizo con sus palabras y con sus acciones.
Ha tocado el dolor de la humanidad para redimirlo.
Lo hizo suyo, especialmente en la cruz.

Era necesario que fuera así, porque “lo que no es asumido, no es redimido”.
Desde entonces, ningún dolor está “dejado de la mano de Dios”; todas las situaciones, todos los sufrimientos, personales y comunitarios, está acompañados por el espíritu de Aquel que nos amó y se entregó por nosotros.

Jesús quiere hoy también sanar nuestro corazón y nos envía a colaborar con él en su obra sanadora, acercándonos y tocando a los “leprosos” y marginados de hoy.
¿Qué le respondes?

¿Quiénes son hoy los leprosos, los despreciados, los impuros, los rechazados y apartados de la sociedad por prejuicios inhumanos..?
A todos puede curar Jesús y devolverles su dignidad.
Lo hace a través de quienes quieren seguirle.
Sólo necesitamos fe.

Conscientes de que con nuestras propias fuerzas nada podemos, acudimos a la Fuente de todo bien en la oración.
Allí bebemos del agua viva que sacia la sed del hombre y nos fortalecemos para llevan ese agua a los demás.

Jesús quiere curarnos de todo aquello que nos impide realizar la voluntad del Padre, que nos impide amar a Dios y a los hermanos.
Acudamos a Él con confianza, reconozcamos nuestras dolencias con humildad y experimentaremos la maravilla de su amor.

María, 'Tota Pulchra' enséñanos a caer sobre el rostro de Jesús.
Que tu intercesión limpie nuestras lepras por su "Quiero, queda limpio".

Si ve que la enfermedad avanza, María te pedirá que vayas donde esté el sacerdote.



Señor:
Sé que hay demasiada lepra en mi corazón.
Pero también sé que, a pesar de todo, tú alargas tu mano, que es como alargar tu corazón, y me sanas de mis flaquezas y debilidad.
Por eso, Señor, prefiero que, si algún día me vas a pedir cuentas, me juzgues que he amado y no de que he sido infiel a muchas de las normas y leyes.
Perdóname si estoy equivocado.
Pero prefiero equivocarme amando, que acertar siendo juez de mis hermanos.
Hazme legalmente impuro.
Pero hazme puro imitando tu amor.

Tú no eres Señor, un Dios impasible,
no eres distante y duro con los hombres.
Tú conoces nuestra debilidad,
nuestras tendencias orgullosas, violentas y egoístas.
Conoces bien todas nuestras miserias.
Tú eres misericordioso y compasivo
Tú padeces y con-padeces,
Tú eres compasión.

Compadécete de nosotros.
Se tú mismo, Señor.
Ven, Señor, a socorrernos
Si nos ves caídos, levántanos con la mano de tu Espíritu
Si nos ves enfermos, cúranos con el aceite de tu Espíritu
Si nos ves manchados, límpianos con el agua de tu Espíritu
Si nos ves cobardes, fortalécenos con el fuego de tu Espíritu.
Si nos ves engañados, enséñanos con la luz de tu Espíritu.
Si  nos ves tristes, alégranos con la risa de tu Espíritu.
Si nos ves mezquinos, agrándanos con el amor de tu Espíritu
Si nos ves solos, acompáñanos con la presencia de tu Espíritu y de tu hijo 

y quédate con nosotros, dulce huésped, 
o métenos dentro de tu inmenso Corazón.



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