Pertenecemos a Cristo



“ÉL TIENE QUE CRECER, 
Y YO TENGO QUE MENGUAR” 
(Jn 3,30).  

Juan Bautista, el profeta del Espíritu, descubre el misterio de Dios oculto en Jesús de Nazaret.
Reconoce la superioridad de Jesús.
Se alegra con ella.
Orientado siempre hacia el Mesías, sabe colocarse en su lugar, cuando percibe las señales de su presencia.
Su vida ha sido sólo un eco dela PALABRA que se ha hecho humanidad. 

La humildad y la generosidad para desaparecer de escena cuando uno ya ha terminado su papel. En la vida y en la fe.


La misión de la Iglesia y, por tanto, la de cada bautizado, es también la misión de Juan, el Bautista: preparar el camino, conducir, acompañar y mostrar a Cristo, el Esposo definitivo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

“Nuestra vida es siempre una vida tocada por la mano de Cristo, conducida por su voz y sostenida por su gracia” (Juan Pablo II).  

A veces tenemos la tentación de creernos los protagonistas, de buscar el reconocimiento de los demás.
Pero el protagonista de la historia es Jesús.
A Él ha de ir dirigido el reconocimiento, la gratitud, la gloria y la alabanza.

Que no nos importe actuar en la sombra, no tener prestigio ni poder. 
Potenciemos lo bueno en cada persona, seamos levadura que hace crecer el bien, pequeño grano de sal que da buen sabor a la vida.

Poner todo a los pies de María.
Ella tiene el don de dar vida a cada entusiasmo, a cada proyecto fraterno, a cada pelea por sacar adelante la vida de los descartados.
Ella es el aliento femenino que nos da paz y nos renueva las entrañas con la luz y la misericordia de su Hijo.

¡Alegrémonos con la voz del Esposo que nos llama en María, la Esposa!
Que nuestra alegría sea colmada cuando menguamos, como la Madre, para que Él crezca.

María se regocijó al ver crecer a Jesús.
Ahora renueva su gozo al ver como crece Él en nosotros.


Te damos gracias, Padre, por Jesucristo, tu Hijo.
Te damos gracias, Padre, por Juan Bautista.
Te damos gracias, Padre, porque cuentas con nosotros,
para continuar la misión de Juan Bautista.

Que nuestra vida y nuestra voz griten que Tú estás cerca,
en el desierto de aldeas, pueblos y ciudades,
en el desierto del vacío interior de muchas personas.
Que con nuestro compromiso, Señor, Tú allanes los senderos,
eleves los valles de depresión, la desilusión y la desconfianza,
rebajes montes de orgullo y colinas de injusticia,
y endereces deseos y sentimientos torcidos.

Padre nuestro, danos la fuerza de tu Espíritu,
para seguir el estilo de vida de Juan Bautista,
para abrazar su pobreza y su austeridad,
para defender la verdad con palabras directas y certeras,
para ser humildes y no pretendamos grandezas humanas,
para que nunca queramos ser salvadores de nada y de nadie,
para que en nuestro corazón el pecado mengüe y Cristo crezca.



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