Protege mi vida. Sálvame. Confío en ti.
“Curó a muchos enfermos
de diversos males”.
(Mc 1, 29-39)
Jesús, siempre está en marcha, se hace compañero de
camino y busca aliviar al hombre de todo lo que le impide vivir en plenitud, es
decir, servir a los demás.
Jesús sale a todo lugar donde haya hombres y mujeres,
donde haya rodillas que levantar, corazones en los que dibujar el gozo de
saberse amados.
Jesús va al encuentro de todos los que viven en las
periferias, estén donde estén, para que puedan experimentar el amor
misericordioso del Padre.
Jesús se acerca a la suegra de Pedro a quien la "fiebre" le impedía desempeñar los buenos oficios de la hospitalidad.
Jesús se enfrenta
al mal una vez más.
No se limita solo a curarla sino que la toma de la mano y
la levanta, dicho de otro modo, la incorpora a la verdadera vida, la
"resucita" y, así, libre ya de su mal, puede
"servir".
Para eso ha visitado Dios a su pueblo, en su Hijo
"probado en todo menos en el pecado".
Prueba que solo se vence, donde se vence las grandes
batallas del hombre, en su corazón.
Solo con las armas del silencio, del retirarte a la
soledad de tu corazón, a orar como nos enseña Jesús, podremos sobrevivir,
podremos salir vencedores de cualquier lucha.
No te canses de luchar, no te canses de orar.
No te canses de luchar, no te canses de orar.
Si te decides a seguir a Jesús, tendrás que aprender a dejar
la indiferencia y a abrazar a todos en tu corazón.
Encuéntrate cara a cara con el Dios de Jesús, rico en
misericordia y bondad.
“Todo el mundo te busca.”
¿Qué búsquedas alberga nuestro corazón?
María te tenderá siempre la mano si tu intención es
servir al Señor.
Madre ayúdanos a que el Señor cure nuestras fiebres para
que estemos prestos a ser cogidos por su mano, levantarnos y curados predicar a
todos desde la oración, el testimonio y servicio de nuestra vida.
Voy contigo, Jesús, al silencio y a la misión.
Voy
contigo, Jesús, a anunciar a todos los que encuentre por los caminos, el
evangelio de la salvación.
Te doy gracias de todo corazón,
Señor, Dios mío,
te diré siempre que tú eres amigo fiel.
Me has salvado del abismo profundo,
y he experimentado tu misericordia.
Me has librado de los lazos de la tentación,
y he experimentado tu misericordia.
Me has hecho revivir, volver al camino,
y he experimentado tu misericordia.
Has curado la fiebre que me impide servir a los hermanos.
Has abierto mis ojos y mis oídos para ver y escuchar a quién me necesita.
Sigue protegiendo mi vida.
Señor, Dios mío,
te diré siempre que tú eres amigo fiel.
Me has salvado del abismo profundo,
y he experimentado tu misericordia.
Me has librado de los lazos de la tentación,
y he experimentado tu misericordia.
Me has hecho revivir, volver al camino,
y he experimentado tu misericordia.
Has curado la fiebre que me impide servir a los hermanos.
Has abierto mis ojos y mis oídos para ver y escuchar a quién me necesita.
Sigue protegiendo mi vida.
Sálvame.
Confío en ti.
Señor, yo me alegro, porque eres un Dios compasivo.
Me alegro porque eres piadoso y paciente.
Me alegro porque eres misericordioso y fiel.
Señor, mírame. Ten compasión de mí.
Señor, yo me alegro, porque eres un Dios compasivo.
Me alegro porque eres piadoso y paciente.
Me alegro porque eres misericordioso y fiel.
Señor, mírame. Ten compasión de mí.
Dame fuerza.
Protege mi vida.
Protege mi vida.
Sálvame.
Confío en ti.
Tú, Señor, siempre estás pronto a ayudarme
y a animar mi corazón cuando decae.
Tú, Señor, toma mi corazón de barro
y moldéalo según la grandeza de tu misericordia.
Protege mi vida.
Tú, Señor, siempre estás pronto a ayudarme
y a animar mi corazón cuando decae.
Tú, Señor, toma mi corazón de barro
y moldéalo según la grandeza de tu misericordia.
Protege mi vida.
Sálvame.
Confío en ti.
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