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¡Nacer de nuevo!




«Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre» 
(Jn 3, 5a. 7b- 15)

Para "nacer de lo alto" hace falta una transformación interior del ser humano abierto a la transcendencia.
Hace falta abajarse, hacerse pequeño, humilde, necesitado de misericordia.
Es entonces cuando nos podemos dejar empapar por la gracia.
En nuestra pequeñez, Dios es grande.
En mi fragilidad me haces fuerte Padre.

Su Misericordia alcanza nuestra fragilidad, nuestra pobreza e incapacidad y nos abraza para que abarcamos la de los demás.

Qué importante y necesario es ahora ser pacientes, serenos, equilibrados.
Saber situarte en tu centro y anclar la vida en aquello que te da estabilidad y fortaleza para poder resistir en la tormenta.
Siempre es buen momento para empezar de nuevo. 
Silenciar.
Respirar.
Meditar...

Creer para empezar, para continuar, para llegar la final.
Creer en la tierra.
Creer en el más allá.
Creer en lo imposible.
Creer sin parar.
No hay más. 
Somos en la fe.
Somos para siempre en el amor que nos creó, nos sostiene y nos espera.
Creed.

No es cuestión de saber todas las respuestas a las preguntas sino saber que Él tiene las respuestas y confiar en Él, tener fe.
Nicodemo le pregunta por sus imposibles.
Jesús le contesta con la entrega de su vida que salva

Nuestro Bautismo es una fuente inagotable de Vida, una llamada continua a abandonar el pecado y a volvernos a Él, a obedecer a su Palabra y a descansar en su voluntad, a acoger su Espíritu y a amar a los hermanos..., en definitiva, una llamada a nacer de nuevo.

Jesús, ayúdame a redescubrir la vocación que he recibido en el bautismo y dame la fortaleza para ser un testigo de tu resurrección.
Espíritu Santo, lléname del fuego de tu amor, sólo podré ser un instrumento de salvación para los demás, si me dejo moldear por Ti en la oración.

¡Quiero nacer de nuevo!
¡Quiero nacer del Espíritu Santo!

Señor, dame el Vino nuevo y mejor, el agua que sacia, el Pan vivo del cielo, cura mi ceguera, lava mis pies, envíame tu Espíritu, y con él, tu paz y tu perdón, tu amor y tu alegría...
Señor, ¡dame Vida eterna!
 
¡Sopla sobre mí, viento de Dios!
Sopla para que yo pueda disipar los miedos
que me impiden confiar, arriesgar, amar.
Sopla para que aleje los frenos que me impiden
ir al encuentro de aquella persona
que pones en mi camino para que la ame.
Prepárame para lo arriesgado.
No puedo escoger lo que quisiera,
pero, por la fuerza de tu Espíritu de amor,
puedo aceptar y vivir con paz
la vida que me regalas con sus sorpresas de cada día.

Señor resucitado
Tú vives, has resucitado de entre los muertos.
Tú vives, ha sido un milagro patente.
Tú vives, la muerte ha sido vencida.
Tú vives, la vida es más grande que la muerte.
Tú vives, primicia de todos los vivos.
Tú vives, y eres la vida.
Tú vives, tu carne no ha conocido la corrupción.
Tú vives, no has sido abandonado a la muerte.
Tú vives, y nos enseñas el camino de la vida.
Señor Resucitado, sé nuestra fuerza, nuestra vida.
Señor Resucitado, danos la alegría de vivir.
Señor Resucitado, ábrenos a la inteligencia de las Escrituras.
Señor Resucitado, enséñanos a caminar como hermanos a tu encuentro.
Señor Resucitado, haz de nosotros una comunidad en marcha, una comunidad viva y de vida.
Señor Resucitado, pon calor en nuestros corazones.
Señor Resucitado, pon claridad en nuestros ojos de creyentes.
Señor Resucitado, pon humildad en nuestra vida entera para reconocerte como vivo.
Señor Resucitado, pon espíritu en nuestra alma para confesarte delante de todos con valentía.



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