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La Luz siempre vencerá a las tinieblas




«Donde tú vayas, yo iré,
donde tú habites, yo habitaré.
Tu pueblo será mi pueblo
y tu Dios será mi Dios...»

(Rut 1,16)

Ante el dolor y la ausencia, silencio. Ante el sufrimiento y la muerte, silencio. Ante la injusticia y la traición, silencio. Ante el abandono y la cruz, silencio. No hay palabras, ante el límite, la finitud y lo caduco. Ahora sólo queda la espera.

En medio de la incredulidad, el dolor y cierta rabia interior aparecen algunas palabras de esperanza, algunos recuerdos que quieren anticipar algo diferente, pequeñas luces en la oscuridad de la ausencia

En este doble silencio de pandemia y Sábado Santo, presta atención al canto humilde de los pájaros y a la brisa que traspasa la rendija de tu ventana. Hoy, el sol nacido de lo alto, duerme en la soledad de la tierra. Encuéntrale un rincón en tu corazón. Y resucita con Él mañana

"Cada vez que lo hicistéis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicísteis". ¿Qué haremos con los pequeños, los ancianos, los enfermos, los parados, los sin-techo? Es pregunta para el silencio orante de hoy. Pero será respuesta para la solidaridad de mañana.

Cuando la oscuridad se cierne sobre nosotros, cuando el dolor no nos deja respirar, cuando el futuro nos angustia, las lágrimas nos ahogan y el miedo nos paraliza. Ahora más que nunca, hay que confiar en que la Luz siempre vencerá a las tinieblas

Atravesar la espera
de peguntas sin respuesta,
de dolores sin cura,
de viajes sin rumbo,
de angustias ya sin aire,
de canciones desafinadas,
de promesas incumplidas,
de utopías inalcanzables,
de inviernos que sepultan,
de amores a destiempo,
de distancias que duelen,
de sábados sin domingo.
Para poder también celebrar
dolores, viajes, angustias,
canciones, promesas, utopías, inviernos,
amores, distancias y sábados
de la vida,
de domingo,
de Pascuas sin fin.
(Matu Hardoy sj)


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