"Id"



“Id al mundo entero 
y proclamad el Evangelio 
a toda la creación" 
(Mc 16, 15-20)

Cuando la vida nos agobia, nos muestra su lado más amargo, necesitamos que alguien nos ayude a tomar aliento y alivie nuestro dolor.
Alguien que nos dé la mano para poder incorporarnos de nuevo.
Y el amor es lo único que podemos percibir capaz de trascender el espacio y el tiempo.

 “Hoy la Iglesia celebra a San Marcos, uno de los cuatro evangelistas, el primero que escribió el Evangelio, con un estilo muy simple. Si hoy tenéis un poco de tiempo, leedlo. Da gusto leer la simplicidad con la que Marcos narra la vida del Señor”. (Francisco)


En un mundo donde se adultera el amor y se manipula caprichosamente la verdad, la vida o la religión, el anuncio del Evangelio, fuente de vida y comunión, de paz y libertad, de justicia y alegría, de amor y misericordia, es más necesario que nunca.

Desechemos el miedo de nuestro corazón y de nuestra vida.
Estamos con Él, no hay miedo.
Él nos quiere, no hay miedo.
Él nos acompaña siempre, no hay miedo.
Él es el siempre fiel, no hay miedo.

"Id, predicad el Evangelio... Yo estaré con vosotros..."
Esto ha dicho Jesús... y te lo ha dicho a ti.

“Jesús lo dijo a los discípulos de ayer y nos lo dice a nosotros: ¡vayan!, ¡anuncien! La alegría del evangelio se experimenta, se conoce y se vive solamente dándola, dándose.
El espíritu del mundo nos invita al conformismo, a la comodidad; frente a este espíritu humano “hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo”. Tenemos la responsabilidad de anunciar el mensaje de Jesús. Porque la fuente de nuestra alegría “nace de ese deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva”. Vayan a todos a anunciar ungiendo y a ungir anunciando”.
(Papa Francisco)

El evangelio es buena noticia que se predica con el gesto, cercanía, sonrisa, mirada, palabra, emoción y aliento.
No es teoría, rito, culto, o norma, porque lo atraparíamos.
Es encarnación de Dios en nuestra historia, este momento, en este mundo.

Es verdad que en nuestras vidas hemos abandonado a Cristo muchas veces, pero eso a Jesús no le importa.
Él nos llama a predicar el evangelio con un ardor de caridad que nos obligue a transmitir a los demás la verdad que hemos encontrado.


«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». Con estas palabras, Jesús, te diriges a cada uno de nosotros. Quieres que contagiemos la alegría de encontrarte, el gozo de la fe, de sentirnos amados por ti; para que todos te conozcan, te amen y sean más felices. La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte.

¿Dónde nos envías, Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envías a todos. El evangelio es para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. También para quien parece más lejano, más indiferente. Tú buscas a todos, quieres que todos sientan el calor de tu misericordia y de tu amor.

Señor, no tengo ninguna preparación especial y a veces soy una calamidad. Como Jeremías, yo también te digo: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». Y tú me dices lo mismo que dijiste a Jeremías: «No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte». «No tengáis miedo», nos dices. Cuando vamos a anunciarte, Tú mismo vas por delante y nos guías. Nunca nos deja solos, nunca dejas solo a nadie. Nos acompañas siempre.

Jesús, no nos has dicho: «Ve», sino «Id». Nos envías juntos, en grupo, en comunidad, en iglesia. Juntos hacemos frente a los desafíos. Juntos somos fuertes. Juntos descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos.

Nos envías para servir. Evangelizar no son sólo palabras, es dejar que nuestra vida se identifique con la tuya, es tener tus sentimientos, tus pensamientos, tus acciones. Y tu vida, Jesús, es una vida para los demás, es una vida de servicio. Ayúdanos a superar nuestros egoísmos, para servir, inclinándonos para lavar los pies de nuestros hermanos, como tú hiciste, como tú haces, Jesús.

Danos un corazón que sepa acoger la fuerza que nos ofreces para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo. Gracias, Jesús, porque, a pesar de nuestras miserias, cuentas con nosotros, cuentas conmigo.

Inspirada en una homilía del Papa Francisco en la JMJ Rio de Janeiro 2013



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