¡Vivamos en comunión y fraternidad!



"El que acoge a este niño en mi nombre 
me acoge a mí; 
y el que me acoge a mí 
acoge al que me ha enviado. 
El más pequeño de vosotros 
es el más importante."  
(Lc 9, 46-50)

El amor a los pequeños, los descartados, los refugiados los más vulnerables... es lo que cuenta, lo importante.
¿No sabéis que basta con un beso, con una caricia, para que un niño recobre la vida?
El amor es la única regla de conducta para los que entran en el Reino.


La importancia no la da el prestigio social que nos otorgan los otros sino el servicio, la acogida, la sencillez, el servicio... muchas veces anónimo.
Es el Señor quien nos regala la verdadera importancia: ser sus amigos

Juan tomó la palabra y dijo:
«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.»
Jesús le respondió: 
«No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»
El Espíritu sopla donde quiere.
Nosotros y ellos.


Los buenos y los malos.
 Los listos y los torpes...
Y así siempre, cuando lo importante es aunar esfuerzos para que la gente sea feliz.
Muchas veces nos dividimos por pequeñas diferencias sin descubrir que es más lo que nos une. 
¡Vivamos en comunión y fraternidad!

Jesucristo viene a nuestra vida como un niño, pequeño, humilde, desvalido...
Pidamos la gracia de hacernos también nosotros pequeños, para poder reconocerlo y acogerlo en nuestro corazón.
Padre, concédeme, ponerme delante de Ti como lo que soy, como un niño que sabe que siempre cuanta con su Padre.
Mi alma descansa en la confianza de saber que Tú me amas
María, la más pequeña del Reino, por eso la más importante.
¡Enséñanos de tu fraternidad universal para servir a todos!

Hacemos hoy memoria de san Jerónimo, quien por su profundo conocimiento de la palabra de Dios,  sus comentarios bíblicos y espirituales, mereció ser llamado doctor de la Iglesia, y cuya traducción latina de la Biblia, conocida popularmente como “la Vulgata”, sigue siendo hoy la traducción oficial de toda la Iglesia en occidente.
Era de temperamento fuerte y a veces se encendía de ira, sin embargo, es doctor de la Iglesia y uno de los más grandes santos de la cristiandad.
 La santidad no es una cualidad de ángeles sino de seres humanos.

Él solía decir:
 "Ama la sagrada Escritura, y la sabiduría te amará; ámala tiernamente, y te custodiará; hónrala y recibirás sus caricias”

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