Para que tengan luz
“La lámpara se pone en el candelero para que los
que entren vean la luz”
(Lc 8, 16-18)
Necesitamos más
humildad para reconocer nuestra ceguera, para reconocer el “misterio” que es
nuestra vida y la de los demás, más humildad para acoger la única luz capaz de
iluminar nuestro corazón.
¡Pobre candil
que se cree Luz y no portador de ella!
Él es la
verdadera Luz que como humildes candelas anunciamos y mostramos.
Una luz presente
y generosa, que se desgasta día a día sin mirar el cuánto.
Cada día
necesitamos encender nuestra lámpara con la luz de Cristo, con su Palabra.
Es su luz y no
la mía la que ilumina al mundo.
Hay que iluminar pero no sólo de palabra sino con la vida.
Iluminamos
cuando mi vida refleja el modo de ser, de pensar y de hablar de Jesús.
Pues eso.
Toca dar luz.
Aunque sea un
rayito
¡Seamos luz!
¡Seamos luz!
Como dice San Francisco
de Asís San Francisco de Asís:
«Predica el Evangelio en todo momento y, cuando sea
necesario, utiliza las palabras«
Luz nacida de la Luz,
Jesús, Verbo desde toda la eternidad,
ilumina nuestra historia,
sé la palabra que nos inicia en los secretos del
Reino.
hemos acogido la palabra de tu Hijo
y comulgado su cuerpo.
Danos el deseo de caminar tras Él
y de hacer nuestra la palabra que Él le dio vida:
que ella sea nuestra herencia y gozo,
y así conoceremos el gozo de vivir como hijos.
Suya es esta oración de
confianza:
"Mi pasado, Señor, lo confío
a tu misericordia,
a tu misericordia,
mi presente
a tu amor,
a tu amor,
mi futuro
a tu providencia".
a tu providencia".
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