'Levántate'.
«Joven, yo te lo
mando: levántate.»
(Lc 7,11-17)
Jesús se compadece de una mujer que llora la muerte de su
hijo. Lo hace con inmensa ternura. La palabra de Jesús es compasiva, comunica
siempre la vida. Jesús entrega la vida a la mujer que llora.
Jesús es quien se adelanta a hacer el milagro. En otras
narraciones de milagros normalmente hay un petición, un ruego de por medio. Jesús
se muestra especialmente sensible ante el dolor de esta mujer. Es como si en
esa viuda estuviera viendo premonitoriamente el dolor de su propia Madre,
María. Devolver la vida al muchacho es ... anticipar su propio y definitivo
triunfo. Y el nuestro.
Ante nuestro sufrimiento Dios no pasa de largo, se acerca y
quiere curarnos con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza, pero
¡cuántas veces nos encuentra cerrados!
¡Pasamos del médico que puede curarnos, que quiere curarnos!
Él se acerca, cambia nuestra realidad y nos dice: 'Levántate'. Y nos pondremos de pie, saldremos a la calle, seremos luz para los otros, la
vida se llenará de colores, anunciaremos esperanzas, venceremos los miedos...
Dios sigue obrando milagros para que nosotros podamos ser
felices en Él. Es imposible que a Dios le guste vernos tristes, porque nos ama.
Pero si lo estamos... ¿acaso será porque no le hemos permitido a Cristo entrar
en nuestras vidas? Pidamos hoy esta gracia a Cristo Eucaristía.
Nos vamos identificando con Cristo cada vez que sentimos
compasión por el dolor del prójimo. Y cada vez que ponemos los recursos a
nuestro alcance, los dones que cada uno tenemos para hacer que la vida renazca
y sea más amable. Que el Espíritu dador
de vida renueve la esperanza.
Vete al encuentro al encuentro de la gente que sufre. No esperes
a mañana para hacerlo. Dales tu cercanía, tu sencillez. Pon vida en medio de
toda muerte.
¿Qué es un cristiano? Respuesta: Alguien que se acerca al
hermano que sufre, se compadece de él, lo escucha y comparte su dolor. Quizá no
pueda solucionar sus problemas (casi nunca podemos), pero, al tocar el dolor
ajeno, lo alivia, porque, en este mundo, las alegrías se multiplican y las
penas se dividen. Después, el cristiano presenta a Cristo el dolor del hermano
afligido, y con un «apiádate de él» hace más que todos los solucionadores de
problemas juntos.
Y danos la vida,
Amén.
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