¿A quién le dedico mi tiempo?



«...se dedicará al primero 
y no hará caso del segundo» 
(Lucas 16, 1-13)



Jesús mira con tristeza la larga fila de personas indiferentes, banales y superficiales, orientadas sólo hacia las cosas y, sobre todo, al bienestar y la riqueza, y ataca con vehemencia la ilusión de poder estar simultáneamente en dos campos, el de Dios y el de la riqueza.

Jesús quiere que los hijos de la luz brillen por saber discernir lo que se tiene que hacer para que siempre reine la medida abundante de la misericordia.
Que la gracia que recibimos de Dios se exprese en nuestras vidas en un amor sin medidas.
¿Seremos capaces de reaccionar a tiempo y vivir todo desde esta gratuidad?


Ser fieles en los detalles, en el cuidado tierno y dulce de nuestras relaciones, en el respeto del espacio y lugar de la otra persona y su intimidad... fidelidad en lo pequeño que abrillanta la grandeza del hermano

La fidelidad se muestra en lo poco.
 No mira la cantidad, sino la disposición de corazón.
Cuanto más liberado de posesiones más dispuesto a darse, a compartir, a entregarse.
Servir a Dios es la única riqueza que nos hace ricos en nuestra pobreza.

No se puede servir a Dios y al dinero.
El dinero se ha vuelto un tirano que nos esclaviza.
Dios nos libera.
El dinero nos divide, nos separa.
Dios nos une, nos hace hermanos.
El dinero provoca desigualdad, envidia, violencia.
Dios establece la justicia, la solidaridad, la paz.

Que la oración en la fe nos haga considerar que Dios tiene que ocupar el primer lugar en el corazón; y el poder y las ansias de dinero, lo último

Nuestra relación con el dinero nos permite discernir la autenticidad de nuestra fe y de nuestro amor al Señor.




Siempre con los 'Sentimientos y actitudes de María del Magníficat', desde la alabanza porque el Señor alza de la basura al pobre.





Opuestos
Dios y el dinero.
La ventana y el espejo.
Repicar e ir en la procesión.
Nadar y guardar la ropa.
Predicar sin dar trigo.
Subir y bajar.
Viajar y quedarme.
Seguridad y riesgo.
Evangelio y egoísmo.
Seguirte e ignorarte.
Gratuidad y precio.
Misericordia y cuentas.
Justicia y conveniencia.
Ser juez y parte.
Humildad en pedestales.

Eterna persecución
de opuestos,
absurda trampa
de quererlo todo.

La libertad.
Contigo.
Solo eso.
(José María R. Olaizola, SJ)



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