Señor, ¿a quién iremos…?
"Señor, ¿a quién vamos a acudir?
Tú tienes
Palabras de vida eterna"
(Jn 6,68).
Jesús nos anima a creer, a amar, a permanecer en su
Iglesia.
Y nos pide que también nosotros hagamos lo mismo:
“fortaleced las manos
débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de corazón:
sed fuertes, no temáis” (Is 35,3-4)
Jesús está animado por el Espíritu y tiene capacidad
para entregar la vida, para amar.
Los que están animados por el Espíritu son
capaces de entregar la vida.
De su entrega surge un mundo nuevo y más
feliz.
Orar es descubrir que la vida está en Jesús, es optar
por seguir cerca de Jesús, es construir un mundo nuevo.
“Nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.”
La fe.
Un don, un regalo.
Algo inmerecido, algo que no abarcamos.
La fe.
No es cuestión de nuestras fuerzas, ni por la sangre la heredamos.
Sólo de ti depende, aunque tan a menudo lo olvidamos.
Sólo la fe.
Palabras que son Espíritu y vida.
Palabras que hacen crecer.
Palabras que crean.
Palabras que construyen.
Palabras que sanan.
Palabras que se encarnan.
Jesús es la Palabra.
Un día decidimos subir a tu barca,
confiarte el timón.
Desde entonces
navegamos por la vida
y escuchamos sonidos diversos,
el ruido del trueno
que anuncia la tormenta,
los cantos de sirena
que prometen paraísos imposibles,
el bramido de un mar poderoso
que nos recuerda nuestra fragilidad,
las conversaciones al atardecer
con distintos compañeros de viaje,
los nombres de lugares
que aún no hemos visitado,
y los de aquellos sitios
a los que no volveremos.
A veces nos sentimos tentados
de abandonar el barco,
de cambiar de ruta,
de refugiarnos en la seguridad
de la tierra firme.
Pero, Señor,
¿a quién iremos…
si solo tú puedes ayudarnos
a poner proa
hacia la tierra del amor
y la justicia?
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
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