El sí de María
“Concebirás en tu vientre
y darás a luz un hijo”
(Lc
1,31)
Alégrate con María.
En ella floreció Jesús, el Salvador.
María te invita a elegir la luz, a elegir la vida.
María te regala al Dios con nosotros.
Ábrete al Espíritu, él fortalece tu debilidad para que
puedas decir sí.
Yo soy, Señor, lo que tú dices de mí.
Yo soy, Señor, lo que tú me amas.
También nosotros decimos: hágase en mí.
Preciosa manifestación de la fe de María: "hágase".
Hágase en mi según tu palabra, hágase en mi según tu sueño, hágase en
mi según tú quieras, hágase en mi, Señor.
La vida es un misterio y nos da sorpresas.
Es necesario estar abierto a la novedad y al cambio.
Vivir confiando en que todo es para bien de los que aman y son amados
por el buen Padre Dios.
El Señor está con María, estuvo con Jesús y está con nosotros.
Ante nuestros miedos, no estamos solos.
Ante nuestros sufrimientos, no estamos solos.
Ante los momentos difíciles, no está solos.
Ante nosotros mismos, no está solos.
Dios sigue buscando hoy corazones como el de María, dispuestos a fiarse
completamente de Él.
Gracias a la gente que, como María, cree, confía y se entrega porque
sí, porque sienten que eso es lo que han de hacer.
No necesitan grandes reflexiones ni razones repensadas.
El corazón les habla y ellos hacen dejándose hacer.
Y así crecen y hacen crecer la vida y la fe.
MARÍA, hija
predilecta de Dios-Padre,
y que esperaste, con fe sencilla y profunda,
que ese tu Dios llevara a cabo su plan de salvación.
Y, además, no te importó convertirte en su “sierva feliz”,
porque te sentías segura de sus proyectos.
Concédenos, Madre, admirarte como hijos enamorados
e imitarte en tus actitudes de vida,
seguros/as de que podremos experimentar
los gozos y las alegrías que tú misma viviste,
y que, seguro, tú deseas que tengamos la suerte de disfrutarlas,
para que caminemos en la vida
con la seguridad que nace de esa experiencia,
y hacemos nuestro la FIESTA del SÍ
que tú la viviste de forma tan profunda.
y que esperaste, con fe sencilla y profunda,
que ese tu Dios llevara a cabo su plan de salvación.
Y, además, no te importó convertirte en su “sierva feliz”,
porque te sentías segura de sus proyectos.
Concédenos, Madre, admirarte como hijos enamorados
e imitarte en tus actitudes de vida,
seguros/as de que podremos experimentar
los gozos y las alegrías que tú misma viviste,
y que, seguro, tú deseas que tengamos la suerte de disfrutarlas,
para que caminemos en la vida
con la seguridad que nace de esa experiencia,
y hacemos nuestro la FIESTA del SÍ
que tú la viviste de forma tan profunda.
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