Y será fiesta
Este pasaje nos invita a reflexionar sobre la misericordia y el amor de Dios que se extiende a todos, sin importar nuestro pasado o condición social. También nos anima a ser parte de la misión de Jesús de buscar y salvar a los que están perdidos.
No necesitan ayuda los que están bien. Él viene no solo a proponer conversión y cambio, viene a ayudarnos a conseguirla con su llamada, con su compañía, con su propuesta, con su caricia, con su cercanía. Su juicio es la salvación.
No creemos en un Salvador que llama a los perfectos. Creemos en quien busca y llama a la conversión a los pecadores, que por todos entregó su vida. Por eso hay esperanza para todos. Si alguna vez, alguien pierde toda esperanza, sólo le quedará este Salvador llamado Jesús.
«𝐃𝐞𝐣𝐚́𝐧𝐝𝐨𝐥𝐨 𝐭𝐨𝐝𝐨,𝐬𝐞 𝐥𝐞𝐯𝐚𝐧𝐭𝐨́ 𝐲 𝐥𝐨 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐢𝐨́». La vocación de Mateo nos recuerda que la Cuaresma es tiempo para renovar nuestra condición de discípulos.
Un Sígueme provocó un seísmo absoluto. El mostrador de los impuestos se derrumbó sacudido por la contundencia de un Sígueme. Dejarlo todo para caminar tras el Todo. Levantarse de las postraciones de la vida fácil. Y seguirlo con enfermedad y pecado.
Sí, tú también eres pecador. Y yo. Está en nuestra naturaleza humana. Pero Cristo nos da la solución: seguirle a Él es comenzar un camino de conversión. ¿Qué contestamos?
Llamados a vivir de otra manera. La conversión no es condición para estar con Él, la conversión es respuesta al estar con Él. El cambio es para entender de otra manera la relación con Él. La conversión es al amor, la conversión es seguirle, la conversión es a una relación de amistad y cercanía, de proyecto vida a con Él.
Gracias Jesús por priorizar tu amor por los rotos y pecadores. Vienes cada día a restaurar nuestras vidas dañadas por no saber amar. Y eres tan delicado en tu obra de sanación. Comprendes cada corazón porque tú lo has modelado. Sabes que a base de gritos y exigencias el corazón se contrae. A base de confianza y diálogo transformas vidas. Mateo de recaudador a evangelista. A cada uno el amor nos renueva y nos da un nombre nuevo. ¿Conoces el tuyo?
Padre misericordioso,
Tú cuidas de todos los pequeños de la tierra
y quieres que cada uno sea signo e instrumento
de tu bondad con los demás.
Tú brindas tu amor a todo hijo herido por el pecado
y quieres unirnos a unos con otros con vínculos de fraternidad.
Perdóname, Señor, si he cerrado las manos
y el corazón al indigente que vive a mi lado,
pobre de bienes o privado del Bien.
Todavía no he comprendido que tu Hijo
ha venido a sentarse a la mesa de los pecadores;
me he creído mejor que los demás.
Por esta razón soy yo el pecador.
Haz que resuene tu voz en mi corazón,
llámame ahora y siempre, oh Dios.
Abandonando las falsas seguridades,
quiero levantarme para seguir a Cristo en una vida nueva.
Y será fiesta.
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