No olvidemos el corazón

 

“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.”
(Mc 7, 1-13)

Estas palabras ponen de manifiesto la decepción que provoca la incoherencia humana, cada vez que anteponemos nuestras costumbres y leyes a la voluntad de Dios. Él ama a cada persona por encima de las leyes; nosotros, por el contrario, solemos preferir nuestras tradiciones.

"El culto que me dan está vacío". La famosa frase "siempre se ha hecho así" no deja hueco al Espíritu. Déjate llenar y sorprender por Él. Todo lo llena de sentido.

¿Nos preocupamos más por las apariencias externas que por la condición de nuestro corazón? ¿Estamos priorizando tradiciones humanas por encima de los principios bíblicos?

Una religiosidad sin Dios es una creencia hueca, vacía, estéril. Cultos, ritos, normas o leyes, que no ponen en el centro el bien común y personal, honran en apariencia, los labios, pero la afectividad, el corazón, está muy lejos.

 Que nuestra relación con Dios afecte a lo profundo, situémosla en el corazón. Menos palabras y más encuentros. Más cercanía a su Palabra, al Evangelio. Que nuestros ritos no estén alejados de la vida cotidiana y vacíos de la verdad que emana del corazón. Que el culto sea de verdadero encuentro y cercanía con Dios y con el hermano, donde el verdadero protagonista sea Él y su proximidad a nosotros. 


El corazón  es el centro de la vida. Allí donde se guarda lo importante. Lo más personal, lo más íntimo, lo más valioso. Es único, es personal, donde se guarda el tesoro. Es ahí en el corazón donde Él quiere estar, donde se da la relación con Él, su verdadero y único sitio.

¡Qué lejos están a veces las palabras, del corazón! Convendría callar, mientras nos nace una palabra nueva. Para que haya fuentes en el desierto tiene que haber pozos escondidos en la montaña. A Dios le agrada nuestra verdad aunque sea pobre. ¿Cuándo aprenderemos a ser misioneros de la alegría?

A los que estén duros y resecos, les daré tu ternura. A los que hayan perdido la alegría de vivir, les ofreceré tu música, Señor.


"Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres."
Es tan fácil quedarse mirando al dedo que la señala, y no ver la luna. Es tan fácil convertir los medios en fines. Eso denuncia Jesús, lo esencial es vivir una relación personal con Dios, vivir como hijos, como discípulos, como hermanos. No el cumplimiento externo de unas prácticas o unos ritos. O la fe modifica nuestra forma de vivir, de sentir, de mirar, de decidir, o todavía se ha quedado en un barniz superficial e ideológico.


 

«Anuláis el mandamiento de Dios para mantener vuestra tradición» Cuantos prefieren las leyes de los hombres a la ley de Dios y así falsear su fe en Dios obligando a los demás a cumplir sus tradiciones olvidando la justicia y misericordia de Dios. Alejamos a los hombres de Dios.

 

 

 

En nombre del amor

Cuántas vidas aplastadas
en nombre de Dios.
Cuánto veneno
en copa de piedad.
Cuántos ritos enjaulados.
Cuántas doctrinas
alejadas de su fuente.
Cuánta misericordia negada.
Cuánta esgrima verbal
destructiva y cruel.
Cuánta dureza
tras fachada de juicio.
Cuánto prejuicio
convertido en ceguera.
Cuánto puño de hierro
en guante de seda.

En nombre del amor
no cabe el odio.


(José María R. Olaizola, SJ)


 

 

 

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