Un signo

 

"¿Por qué esta generación reclama un signo?"
.
(Mc8,9-11).

Los fariseos buscan a Jesús para discutir, ponerlo a prueba y pedir un signo. Los fariseos piden a Jesús una señal espectacular, esperan a un Mesías con poder y no creen en Jesús, que lleva una vida sencilla y camina al lado de la gente.   Jesús no discute y los deja, porque se pierde el tiempo donde hay prepotencia. No se deja probar. La verdad es una búsqueda, no una conquista. No da signos porque no hay nada que demostrar. A quien no quiere creer, ninguna razón le vale. Por eso no habrá señal. Los pobres nos evangelizan con su pobreza y su esperanza en el Reino. Hay que mirarlos y escucharlos.


Tampoco los contemporáneos de Jesús se escapan de esta dificultad para reconocer la Buena Noticia del Reino. Pidamos la lucidez de no necesitar señales y reconocer lo extraordinario en medio de lo ordinario.

Queremos más evidencias, más cómo a nosotros nos gustaría. Le tenemos delante, nos hemos enamorado de la Buena Noticia y... seguimos cuestionando. Buscamos un perfeccionismo de normas que no se corresponde con el proyecto de vida que Él nos pide.


Pese al relativismo reinante, buscamos certezas para vivir, asideros que nos den seguridad. Por eso hoy, como entonces, pedimos un signo en el cielo, un signo que nos saque de dudas y nos afiance en la fe. Pero el único signo es la cruz del Señor desde la que nos abre a todos

Este pasaje nos recuerda que la fe no se basa en la búsqueda de señales, sino en la confianza profunda en Dios y en su mensaje. Nos invita a discernir las señales de su presencia en nuestras vidas y a convertirnos a Él con un corazón abierto y dispuesto.

 Abro mis oídos para escuchar las señales sencillas 
con las que me hablas cada día. 
También yo quiero hablarte con palabras sencillas, 
sin palabras, incluso.

Mucha gente identifica lo divino con lo extraordinario y milagroso. Lo inexplicable y misterioso nos acerca más a la fe. Asociamos el asombro, al temor, al miedo. Las manifestaciones de la acción de Dios van asociadas a grandes signos, señales, tormentas, rayos, poder, estruendo. Jesús nos enseña que lo más divino que podemos vivir es el amor y el servicio. El cariño, el cuidado, la ternura. Y en la acogida de los más pequeños podemos encontrar el verdadero rostro de Dios.


¿Qué más señal hace falta que Tu vida, para salir al encuentro del prójimo y construir el Reino?

El Espíritu Santo nos asiste con su gracia y su luz, para que por la constancia en la fe, florezcan las virtudes, con raíces profundas, en los tiempos de prueba. ¡Invoquémosle!

Dios tenaz

Señor,
si acaso dudo,
si no aguanto despierto,
si te niego,
si me puede la prudencia
o el miedo,
insiste.
Si te entiendo a medias,
si amo mal,
si esquivo el camino del herido,
si me encierro en mí mismo,
insiste.
Si me subo al carro
del Barrabás de turno,
si me lavo las manos
y la conciencia
para no arriesgar,
insiste.
Insiste, Señor,
en sentarnos a tu mesa,
en partir tu pan y tu vida,
en sembrar palabra,
en pedir respuesta.

Llegará el día en que
aprenda a caminar mejor.
Tú, Señor, tenme paciencia.


(José María R. Olaizola, sj)

 

 

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