Dejar lo viejo.

 


"¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos?"
 (Mc 2,18-22).

Hay tiempo para todo, tiempo de celebrar fiestas y banquetes y tiempos de duelos y ayunos. De reír y de llorar. Y en todas las circunstancias, sabernos acompañados por Dios. La fe no invita a la tristeza o al temor, pero es cierto que nuestras vidas atraviesan verdes prados y valles tenebrosos. Días de luces y de sombras. Hoy no ayunemos de todo lo que abraza el alma, de toda alegría espontánea, de todo el cariño que seamos capaces de dar y recibir.

Nuestras costumbres y querer seguir siendo los de siempre nos impiden muchas veces acoger en la vida la novedad del Evangelio.

No podemos dejar que el evangelio se vuelva una pieza de museo.

«La Palabra de Dios es viva, es libre. El Evangelio es novedad. La revelación es novedad. Jesús es muy claro: vino nuevo en odres nuevos. Dios debe ser recibido con esta apertura a la novedad. Y esta actitud se llama docilidad». (Francisco)

La novedad del Evangelio de Jesús está reclamando, del mismo modo, su acogida en unos corazones nuevos. No cabe meter el evangelio en las costumbres de siempre. Lo nuevo reclama lo nuevo. Y no siempre optamos por ello. Más bien nos solemos sentir a gusto en lo que hacemos siempre.

Si se intenta mezclar una nueva forma de vida con una vieja, la nueva forma de vida se verá corrompida por la vieja.

El Evangelio nos invita a estrenarlo cada día. Nunca es el mismo ni nos dice lo mismo. Acoger su novedad es romper esquemas y cambiar mentalidades. Salir de seguridades, normas y miedos. Aceptar nuevos odres, aprendiendo a interpretar los signos de los tiempos.


«A vino nuevo, odres nuevos»
Con Él todo se hace nuevo, también nuestros corazones. Ser vino nuevo significa una manera diferente de mirar la realidad, donde el otro no es ni enemigo ni número, es hermano. Sentirse vino nuevo es sentirse acompañado y querido por Él. Somos 'vino nuevo' porque Él nos hace hombres y mujeres nuevos. Nos hace dejar lo viejo hoy, ahora y aquí.

Para anunciar el Evangelio hay veces que debemos cambiar la envoltura para que ni se eche a perder, ni nadie lo quiera escuchar, ni beber, con lo cual se perdería la ocasión de llegar a aquellos que están alejados. El vino siempre es vino.

 

Ayuno

Se fueron las horas
en perseguir espejismos.
Se gastó la mirada
contemplando apariencias
Se secó el río interior
en la sequía de tu palabra.
Se estrellaron los sueños
contra amaneceres sin proyecto
Se apagó el hambre
con manjares que no saciaban
Se emborrachó el alma
apurando mentiras.
Y paso a paso
extraviamos el paso.

Solo ayunar
de tanta quimera
podía devolvernos
al camino, contigo.

(José María R. Olaizola, sj) 


 

 

 

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