Nueva familia
Jesús abre una nueva perspectiva de las relaciones fraternas: más allá de los lazos de sangre existe un otro criterio que construye fraternidad: el hacer la voluntad de Dios realiza la verdadera fraternidad con él. Para ello es necesario acoger y poner en práctica su palabra. Por eso, podemos decir que María es madre de Jesús porque lo dio a luz y porque ninguna criatura cumplió la voluntad de Dios como ella.
Los lazos de la familia no se eligen. Se nos regala. En torno a la voluntad de Dios se crea un vínculo nuevo, más fuerte que el de la carne y la sangre, porque es el mismo Señor quien lo sella. Jesús no renuncia a su familia, la trasciende, abierta al querer de Dios.
La relación con Él pasa a ser familiar, de hermanos, de madre e hijo, de padre e hijo, una relación que viene marcada por el amor y no por el mérito.
Nuestra relación con el Señor no es de ‘ordeno y mando’, sino de complicidad, de cercanía. No es una relación laboral, sino familiar. Nos une el amor, nos une su querer. Vivir así es vivir la Palabra. Vivir la Palabra nos hace vivir así, como familia.
Es la respuesta a su llamada, hacer de su Palabra proyecto de vida, es estar con Él, seguirle, dejarle sitio en nuestro corazón... lo que nos convierte en sus hermanos. Vivir con Él, vivir la Palabra, perseverar en su propuesta... nos convierte en familia, su familia.
Hay una familia biológica y una familia que nace de la fe y cuando coinciden es una gracia tremenda. La fe crea unos lazos de compromiso y cuidado entre nosotros que se convierten en roca firme frente a tormentas y tribulaciones. Los diálogos que surgen de intentar vivir la voluntad de Dios sobre nuestras vidas nos llevan a un más allá de las necesidades básicas. No sólo queremos que estudien y coman bien los que amamos. Sino que amen, que confíen, que perdonen, que sean generosos. La fe nos introduce en una mirada integradora sobre los demás.
Hacer de nuestra vida reflejo de lo que Dios quiere en el mundo es el primer paso para sentir que verdaderamente somos hijos de Dios, personas que hemos sido elegidos, que portamos su misericordia.
"Estos son mi madre y mis hermanos". Sentir a los que caminan a tu lado como tú familia es de las mejores cosas que podrás vivir. Pero ahí está la clave: caminar juntos... ¿Quién o quienes te ha regalado Dios en tu camino?
La presencia del Espíritu, Señor, alienta nuestra vida.
Su verdad nos hace libres.
Su fortaleza adiestra nuestros pasos
Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a escuchar.
Enséñanos a abrir la vida ante el Padre
y a hablarle desde el corazón de hijos y de hermanos
que nos ha regalado Jesús.
Señor, que tu voluntad sea la mía.
Que en todo, como María,
María enséñanos a cumplir la voluntad de Dios.
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