No es magia
Acusan a Jesús de magia, dicen que es enemigo de Dios porque da la libertad al ser humano. Esto es insultar al Espíritu, eso es actuar de mala fe. No hay lugar para el perdón. El Espíritu sopla donde quiere, pero se hace presente donde hay liberación, entrega, creatividad, vida compartida. Cuando descubras algo de esto alaba y bendice al Espíritu.
Jesús hace el bien, respeta a la persona, le devuelve su dignidad, la llena de presencia de Dios, le desata de las ataduras que no le dejan ser quien es. Nada de magias extrañas, todo de encuentro con Dios aquí en la historia, en lo que somos y hacemos. No podemos dudar de Él, su bondad y autoridad viene de Dios, del Espíritu Santo. Es Hijo de Dios que viene a salvar, a evitar y expulsar el mal.
La blasfemia contra el Espíritu Santo no tiene perdón. Entraña una incapacidad, un rechazo, una negación, una perseverancia en la distancia a Dios. Cuanto más nos acercamos a Dios, más lo conocemos, más lo amamos, y nos reconocemos necesitados de su Espíritu y su perdón.
Si el Espíritu de Dios congrega y construye la comunión fraterna todo acto contra la comunión se opone al Espíritu Santo y resulta imperdonable. Cada violencia, cada enfrentamiento, cada guerra...genera situaciones impropias del ser humano y destruye la vida de los hijos de Dios.
La división y la ruptura son signos de la falta de Dios. La comunión y sabernos uno es fruto del Espíritu Santo. Cuando algo nos rompe, nos aleja y nos llena de ira es que el amor ha dejado de inspirarnos. El ego es quien nos gobierna, el juez que llevamos dentro y sentencia el comportamiento del otro. La compasión, el perdón y la misericordia es el bálsamo a todas las diferencias que nos constituyen. Que haya conflictos es normal, diferentes maneras de ver las cosas. Pero es tarea nuestra restaurar siempre la comunión.
Cuando estamos unidos a Dios y a otros cristianos, somos más fuertes y más capaces de servir a Dios. Cuando somos humildes, reconocemos nuestra dependencia de Dios y nos abrimos a su obra en nuestras vidas.
que tú, Jesús, eres mi Dios y Señor,
que eres mi amigo, mi libertador.
Siempre nos acompañas en los caminos de la historia.
Contigo construimos esperanza en el mundo.
¡Bendito y alabado seas, Señor, por siempre!
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