Recordamos

 


"Que no tiemble vuestro corazón; 
creed en Dios y creed también en mí." 
 (Jn14,1-6).

Hoy levantamos nuestra mirada al cielo y agradecemos la vida de los que ya no están. Llevamos en nuestro cuerpo las huellas de todas aquellas personas que nos han querido, que nos han amado. También las cicatrices de los que nos han dañado. Pero la gratitud al pensar en los difuntos nos hace creer que nunca el tiempo y el amor son perdidos. El amor no pasa jamás. Y seguro que siguen cuidándonos y queriéndonos.


"La misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión"
La muerte no es el final, sino un nuevo comienzo. Una puerta hacia el abrazo del Padre. El dolor de la ausencia física da paso a la serenidad y la esperanza, la experiencia de comunión y otra forma de presencia. Gracias por todos los que me precedieron en el camino de la vida y han dejado su huella en mí.

Gracias por aquellos con quienes compartí un tramo del viaje, y como peregrinos, han llegado ya a la meta que a todos nos aguarda. Que compartan con Cristo la gloria de la resurrección.

Ante la muerte solemos sufrir miedo y desorientación. Por eso, el Señor, con extraordinaria misericordia, nos invita a acudir a él: pues en él encontramos solución a nuestros males. Insiste el Apóstol Tomás: no sabemos el modo de ir al Padre. Nos revela Jesús: sólo a través Él.


 
Ante el misterio de la muerte y el dolor por lo que ya no están, confiemos en las palabras de Jesús que son camino, verdad y vida. Jesús es el camino que nos lleva por sendas de esperanza. Jesús es la verdad que apaga toda mentira. Jesús es la vida verdadera que nunca se acaba. Solo en el amor más apasionado y en la fe más profunda, podemos sabernos y querernos en Sus brazos.

Hoy recordamos a los que han muerto con esta esperanza, con la certeza que Dios cumple sus promesas y son ellos los que ya gozan de la luz de Dios. Recordar a nuestros difuntos no sólo es celebrar la fe en la resurrección sino hacerlos presentes en nuestra vida. Es un día también para agradecer lo vivido, sentido, gozado y aprendido de y con ellos.


“Yo soy la resurrección y la vida".
Ora hoy por esas personas que hoy ya no están, pero que han sido vitales para ser quién eres y que hoy interceden por ti. Da gracias por ellos y por tanto don y vida recibidos.

 

                                   


RECUÉRDAME


Puedes llorar porque se ha ido, 
o puedes sonreír porque ha vivido.
Puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva 
o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado;
tu corazón puede estar vacío porque no lo puedes ver,
o puede estar lleno del amor que compartisteis.
Puedes llorar, cerrar tu mente, 
sentir el vacío y dar la espalda,
o puedes hacer lo que a esa persona querida 
le gustaría:
sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.
 

 

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