No es fácil
Cómo de bien nos sientan las valoraciones positivas. Y cómo nos afectan las críticas y los desplantes. Somos tan afectivos que nos pasamos la vida buscando agradar. Jesús nos invita a reconocer el valor de lo que somos, más allá del juicio de los demás. Valemos por lo que somos, no por lo que hagamos o la nota que nos pongan. Hay una libertad enorme en ser los últimos de la fila. Desde abajo somos capaces de verlo todo. La cima a veces es muy solitaria.
La imagen de una boda indica la importancia de saber el lugar en la vida. Evitar enaltecernos ocupando los primeros puestos porque puede haber alguien más importante. Y no caer en la humillación porque somos valiosos. La clave es la humildad, que es vivir en verdad. Nuestro ego nos empuja siempre a sobresalir, a escoger los primeros puestos.
El humilde tiene una cualidad que es maravillosa, sabe mirar al otro y darle importancia, sabe mirarse a sí mismo por lo que es y no por lo que los otros dicen de él, sabe mirar a la realidad y darle importancia al ser y la verdad, a la profundidad. La humildad se aprende muchas veces por imitación, al valorar a otros que siendo admirables por lo que son y hacen, son humildes.
El Señor nos aconseja ocupar los últimos puestos porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. Basta, para conseguirlo, con seguir el estilo de vida de Jesús. No es fácil.
Jesús conoce bien el corazón del ser humano y su ambición, pero no quiere que nos equivoquemos. A Él le atraen los corazones humildes. María, eres el ejemplo más claro de los gustos de Dios. Le gustó tu humildad; por eso te ensalzó y ahora todos te llamamos bienaventurada.
Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador,
porque ha mirado la humillación de su esclava.
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