Felices

 


"Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios."
 
(Mt 5,1-12).

Hoy celebramos el gran deseo que tiene Dios de vernos a todos felices y viviendo en plenitud. Eso es la santidad. Mucho más la iniciativa de Dios, que mérito humano. Hoy reconocemos que a lo largo de la historia son muchos los hombres y mujeres que han prestado su humanidad para que Dios la modele, y han cantado las maravillas que ha hecho en su pequeñez y vulnerabilidad. Todos somos santos a los ojos de Dios. Nos falta creerlo.


Es un día de mucha alegría, de esperanza al saber que muchos como nosotros han vivido con radicalidad el Evangelio. Son bienaventurados, muchos han hecho de su corazón algo limpio desde el que mirar el mundo para ver a Dios, para dar testimonio de Él. Bienaventurados, discípulos, testigos, generosos, humildes, entregados, fraternos... santos.


Jesús propone el estilo de vida de los suyos, de los que aspiran a la santidad. Las bienaventuranzas son un mensaje de esperanza y una palabra de aliento. La dicha viene de la especial solicitud de Jesús. Hoy, de nuevo Jesús al vernos proclamaría las bienaventuranzas. Acógelas como dirigidas a ti, deja que su Palabra te penetre y anhela llegar a tener ese estilo de vida.

 
 
 
Yo también quiero ser feliz, Señor. 
Quiero ser ese hombre nuevo, 
y tener como recompensa el Reino. 
Quiero ser santo.

Las Bienaventuranzas señalan la calidad de los seguidores de Jesús, porque son las que muestran lo esencial de la vida cristiana, el quicio donde se sustentan todas las posibles identificaciones con el Salvador. Además, en nuestros días, trabajar por la paz conlleva tiene mérito


Pidamos a los santos que nos ayuden a ser fieles al Evangelio y a custodiar nuestro corazón, con la esperanza de compartir su alegría en la comunión con el Señor y con todos aquellos que hemos amado.

 

 

 

Felices los infelices
que no pierden la esperanza,
los incompletos
que siguen creciendo,
los heridos
que se dejan lavar las llagas,
los vulnerables
que no se avergüenzan de serlo.
Felices los fracasados
que del golpe hacen escuela,
los olvidados
que recuerdan sin odio,
los diferentes
que se saben únicos,
los enfadados
que se ríen de sí mismos.
Felices los preocupados
que bailan sobre charcos,
los tímidos
que alzan la voz,
los profetas
que rompen candados,
los creyentes
que preguntan.
Felices, en este mundo turbulento,
los buscadores de Dios.


(José María R. Olaizola, SJ)


 

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