No hay Dios sin tres

 


“Todo lo que el Espíritu les dé a conocer, 
lo recibirá de m” 
(Jn 16,12-15)

Lo que a Jesús le queda por decirnos, lo hará el Espíritu de la verdad. No habla por su cuenta sino de lo que recibe de Jesús y del Padre. Tres personas. Un único Dios. Unidad diversa. Diversidad en comunión. Modelo de fe y de Iglesia.

Si en verdad podemos invocar a Dios llamándolo “Abbá”, es decir, “Papá” es porque el Espíritu Santo habita en nosotros; Él es quien nos transforma profundamente y nos hace experimentar la alegría conmovedora de sabernos amados por Dios como verdaderos hijos.

Dios es una comunidad de amor. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son las diferentes maneras en las que Dios tiene de llegar a cada uno de nosotros. Es un mismo agua, pero de formas diferentes.

Un solo Dios y tres personas distintas con la misma naturaleza, es Dios. Un misterio, inabarcable, indescriptible, admirable, abierto, con sitio para nosotros. Una relación de unidad y de amor, abierta al hombre y la mujer de este mundo.

La Santísima Trinidad, Dios, envuelva la historia del hombre y la mujer con su Amor y su Misericordia.

SANTISIMA TRINIDAD. Un misterio de amor y de unidad que nos envuelve, que nos marca, que nos compromete. Guía, consuelo, aliento, fuerza... para seguir caminando. Vivir en ese amor, construir comunión, ser testigos de su presencia y de su Vida.

La Santísima Trinidad nos enseña que no se puede estar nunca sin el otro. No somos islas, estamos en el mundo para vivir a imagen de Dios: abiertos, necesitados de los demás y necesitados de ayudar a los demás.


CREEMOS EN UN DIOS TRINIDAD, UN DIOS FAMILIA, ABIERTA A TI, A MÍ Y A TODAS LAS PERSONAS.

 ¿Soy una persona abierta a los demás o vivo encerrado en mí? 

Padre Eterno, confírmame; 

Hijo Eterno, confírmame; 

Espíritu Santo, confírmame; 

Santa Trinidad, confírmame.

 

 

Mi Dios comunidad

Anhelo vivir en el nombre del Padre:
confiar todo lo que soy y tengo en sus manos,
y experimentar al otro no como un extraño,
sino como un hermano.

Sueño vivir en el nombre del Hijo:
poner en el centro de mi corazón a Jesús
y andar de acuerdo con su Evangelio
hasta entregarme con brazos abiertos.

Deseo vivir en el nombre del Espíritu Santo:
dejar que su soplo guíe y empuje mi andar,
y su fuego encienda en mi alma pasión por el reino.

Quiero ser artesano de comunión y unidad
con todos y en todas partes allí donde me encuentre,
y, así, ser imagen y semejanza del Dios Comunidad.

(Fermín Negre)


 

 

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