Doble llamada
Todos los cristianos hemos de seguir a Jesús de cerca, pero tenemos distintas sensibilidades éticas y espirituales y distintas percepciones de lo que ha de significar nuestro compromiso
Juan termina su Evangelio con una invitación:
“Tú sígueme”.
Sintamos en nosotros esa doble llamada
que termina siendo una sola:
“Sintamos la invitación a seguirle a él”.
“Sintamos la invitación a anunciarle a él”.
Y dejemos qué espera el Señor de los demás.
Mañana el Espíritu Santo renovará
en cada uno esa doble llamada,
al celebrar la fiesta de Pentecostés.
La voluntad de Jesús es que lo sigamos en todo tiempo y lugar que busquemos imitar su ejemplo, empezando ya, poniéndose en camino
Profundizar en la persona de Jesucristo hasta dejarle que se convierta en el centro de nuestra vida es una tarea gozosa de todo cristiano.
En el seguimiento no tenemos que ocuparnos de la llamada que otros reciban. Jesús nos dice: Sígueme. Vamos detrás de Él. El camino que otros sigan es cuestión de Dios, no de nuestros controles ni críticas. Ayudémonos a caminar y a no poner piedras
Hoy en la Iglesia, en la comunidad y en nuestro corazón, seguimos necesitando la presencia del Espíritu que nos ilumine para comprender cuál es la esperanza a la que nos llama Jesús, la grandeza de la misión de ser testigos del amor de Dios para todos sin límites ni distinciones.
"Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en todo el mundo." Muchas cosas sigue haciendo el Resucitado en medio de nosotros. Algunas las descubrimos y nos llenan de alegría. Muchas otras quedan ocultas por nuestra falta de claridad para descubrirlas. Tenemos un Dios que acompaña todos nuestros días, nos prepara tesoros. El que los descubre, vende todo lo que tiene y le sigue.
En el umbral de Pentecostés, recordamos el nacimiento de la Iglesia, de cada uno de nosotros, llamados a ser testigos de los misterios de nuestra salvación: plasmemos en la Vida, el Camino y la Verdad, ¡JESUCRISTO!
Le pedimos al Señor muchas cosas, pero con frecuencia olvidamos pedirle lo más importante, lo que Él desea darnos: el Espíritu Santo, la fuerza para amar. Sin amor, en efecto, ¿qué podemos ofrecer al mundo?
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque eres bueno
porque tu misericordia es infinita
Has puesto tu mirada en mí, Dios de amor.
¡Que puedo decirte si Tú me conoces del todo!
Me he quedado mudo ante tu presencia
porque soy poca cosa y, sin embargo, me amas.
Al más infiel de tus siervos
muestras tu mirada de amor
y le dices: ¡Levántate! ¡Sígueme!
Y yo, escuché tu voz y confié en ti.
Señor confío en ti, porque tú eres amor,
justicia y misericordia infinita.
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