Al son del Espíritu


 

Como el Padre me ha enviado, 
así también os envío yo; 
recibid el Espíritu Santo  
(Jn 20, 19-23). 

Hoy celebramos el regalo más grande que nos ha hecho Dios. Recibir su mismo Espíritu es recibir la fuerza que viene de lo alto.

Jesús sopla sobre los discípulos el Espíritu Santo. El Espíritu se nos da para ser testigos de paz, unidad y perdón, sin exclusión ni condición. En el Amor.

Como en Pentecostés, invocamos la efusión del Espíritu. Los milagros ocurren en medida de nuestra Fe.


 

Secuencia de Pentecostés

Ven Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre,
Don, en tus dones espléndido.
Luz que penetra las almas,
fuente del mayor consuelo.
Ven, Dulce Huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
Divina Luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo.
Lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos,
por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

 


 El Espíritu Santo nos hace ver todo de una manera nueva, según la mirada de Jesús. En el gran viaje de la vida, Él nos enseña dónde comenzar, qué caminos tomar y cómo caminar.

Hoy en la Iglesia, en la comunidad y en nuestro corazón, seguimos necesitando la presencia del Espíritu que nos ilumine para comprender cuál es la esperanza a la que nos llama Jesús, la grandeza de la misión de ser testigos del amor de Dios para todos sin límites ni distinciones.

El Espíritu Santo nos guía hacia la verdad, nos mueve a obrar el bien, nos consuela en el dolor, nos transforma interiormente, dándonos fuerza y capacidades nuevas.

Su testimonio es verdadero. Escribió para que conociéramos a Jesús, para que creyéramos en Él, para que le busquemos cada día. Quería que pudiéramos conocerle, amarle, seguirle y hacer de nuestra vida un nuevo testimonio como el suyo.

 ¿Lo notas? Ese impulso que te mueve a levantarte del sofá, a dejar tu comodidad, a estar permanentemente “en salida”... es el Espíritu Santo. No lo ignores: ¡déjate mover por él!

 


Envíanos Señor tu espíritu

A veces nos faltan las fuerzas. 

Danos tu fortaleza. 

A veces no sabemos qué camino escoger. 

Danos tu consejo. 

A veces abandonamos con facilidad la oración. 

Danos tu piedad. 

A veces, perdidos en el pasado y en el futuro, 

se nos olvida saborear los regalos 

que nos das en el momento presente. 

Danos tu sabiduría. 

A veces no entiendo tus cosas y tus caminos. 

Danos tu entendimiento. 

A veces me pierdo en elucubraciones y teorías 

y se me olvida que la mayor ciencia es amar. 

Danos tu ciencia. 

A veces, temo perder fama, reconocimiento, aplausos. 

Que solo tema perderte a ti. 

Danos el don de temor de Dios. 

Envíanos tu Espíritu para que en todo 

sepamos amar y servir.


 

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