Como niños
Jesús coloca a un niño en medio. Es su signo frente a toda ambición humana. El pequeño mira a su alrededor con los ojos de la esperanza. Es indefenso ante los grandes males del mundo: la guerra, la xenofobia, el antisemitismo. No entiende de estrategias ni cálculos, pero sabe vivir intensamente el amor.
Buscar ser importante o los primeros puestos es una inquietud humana. Jesús pone la importancia en quienes son despreciados, anulados por la sociedad: los niños. Nos propone descubrirnos importantes en la pequeñez y cuidados por los ángeles
¿Cómo entiendes tú lo de hacerte pequeño? ¿Qué sentimientos llevas en el corazón?
¡María, madre nuestra, enséñanos a ser como niños. Cambia nuestro corazón y hazlo como el de tu Hijo Jesús. Que aprendamos, como Él, a vivir siempre en las manos del Padre!
Celebramos hoy la fiesta de los Santos Ángeles. Una fecha que nos recuerda cuando éramos niños, y en la cama, por las noches, rezábamos aquella tierna oración que decía: “Ángel de la Guarda, dulce compañía, no nos desampares, ni de noche ni de día”.
«La presencia invisible de estos ángeles nos ayuda y consuela: ellos caminan a nuestro lado y nos protegen en toda circunstancia, nos defienden de los peligros y podemos recurrir a ellos en todo momento». (BenedictoXVI)
Los Ángeles son un reflejo misterioso del rostro de Dios en nuestra realidad, y
de hecho, cuando alguien de una manera especial nos muestra una conducta
desinteresada, sana y alegre solemos decir que “es un ángel”. Si somos lo
suficientemente sensibles, como un niño, seguro que tenemos experiencia de ese
paso protector de Dios por nuestra vida, expresado a través de estos seres
misteriosos y por supuesto a través de personas de carne y hueso que también
son destellos de Dios para cada uno de nosotros.
Aprendamos a cuidar a las personas que el Señor pone en nuestro camino, pero sin que se note, sin hacer ruido; como los Ángeles, que nos cuidan, nos protegen y nos acompañan en nuestro camino hacia el cielo.
Ángel santo de la guarda, compañero de mi vida, tú que
nunca me abandonas, ni de noche ni de día.
Aunque eres espíritu invisible, sé que te hallas a mi lado, escuchas mis
oraciones y cuentas todos mis pasos.
En las sombras de la noche, me haces sentir tranquilo, cuando tiendes sobre
mi pecho las alas de tu ternura.
Ángel de Dios, que yo escuche tu mensaje y que lo siga, que vaya siempre
contigo hacia Dios, que me lo envía.
Testigo de lo invisible, presencia del cielo amiga, gracias por tu fiel
custodia, gracias por tu compañía.
Tú que eres fiel custodio, enséñame tu santo oficio, para que sepa cuidar la
creación y a las personas que pones en mi camino.
En presencia de los Ángeles, suba al cielo nuestro canto: gloria al Padre,
gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Amén.
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