Nada ni nadie por perdido
Jesús aprovecha dos acontecimientos trágicos recientes para hacer una llamada general a la conversión. Ante Dios todos necesitamos convertirnos a sus caminos. Jesús espera pacientemente tu respuesta a construir una humanidad nueva, donde el fruto de la fraternidad universal abunde en nuestros pueblos.
Cuando miramos a los demás con ojos inquisidores, condenatorios; descalificamos a quienes no piensan o creen como nosotros; nos creemos mejores o más cristianos, nos hemos alejado del evangelio. El Señor derrocha la misma paciencia con todos para que demos fruto.
Dios no castiga, Dios ama. Él tiene su pedagogía, su manera de explicarte. Estamos en un camino de conversión permanente donde la gracia es protagonista. Deja que Jesús te renueve, busca los "para qué".
El Señor no da nada ni nadie por perdido... ¡Gracias a Dios!
La paciencia de Dios es infinita, espera y espera. La paciencia de Dios vuelve a cultivar nuestra tierra, a darnos un poco más de tiempo y oportunidad para dar los frutos que Él nos pide.
Señor, que yo sepa
mirar con fe los acontecimientos de la vida.
Que sepa utilizar bien el tiempo que tú me das para convertirme.
Que el Agua de tu Espíritu Santo riegue mi huerto interior y lo fecunde, para que mis hermanos puedan venir a coger los frutos que necesitan.
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