No siempre las vemos

“Aquí hay uno que es más que Jonás”  
(Lc 11,29-32).  

Necesitamos signos no tanto para creer como para controlar lo que no conseguimos comprender. Buscamos dominar, predecir, ser dueños, olvidando que somos limitados, que nuestra sabiduría está llena de ignorancia, y que es preciso ver más allá de nuestros cálculos.

Señales siempre tenemos, pero no siempre las vemos.

Jesús echa en cara a los hombres de aquella generación su falta de lucidez espiritual. Hambrientos de signos espectaculares, son incapaces de descubrir al Dios que se manifiesta en lo cotidiano y sencillo. Posiblemente nos ocurra hoy lo mismo y las palabras de Jesús nos urgen a continuar, llamándonos a la conversión.

El Misterio Pascual de Jesucristo, su muerte y su resurrección, es el signo definitivo del amor de Dios por la humanidad.

Cristo, clavado en la cruz, es la gran señal que anhelamos. La prueba de un amor incondicional y desinteresado; un amor que se entrega hasta el extremo de dar la vida por el amigo. El crucificado nos hace ver un milagro más extraordinario que cualquier otro: el del amor, que se demuestra en el dolor.

El gran signo del Reino es Jesús y su enseñanza. Dios nos revela en Él su rostro lleno de amor y de sabiduría. No busques en lo maravilloso la presencia de Dios. Escucha su Palabra, amásala en tu interior y conviértete a Él.  

La conversión es permanente, cada día renovar el compromiso, levantarse de las caídas, retomar el camino, buscar sus huellas, reconocer el error, renovar nuestra fe. Una conversión que pasa por dejar ataduras y hacer del Evangelio guía

Cristo nos invita a convertirnos en “señales” para nuestro prójimo. Que cuando nos vean actuar, sepan y crean que existe el amor. Que por nuestro modo de vivir, tengan la seguridad de que vale la pena ser seguidor del hombre que aparentemente fue derrotado en la cruz. Para ser “señales”, pruebas vivas, hay que aprender como Cristo, a subir a la cruz. Ahí está la señal del amor.

En este día quedémonos con este pensamiento de San Juan XXIII:

«No consultes a tu temor, sino a tus esperanzas y sueños. No pienses acerca de tus frustraciones, sino sobre tu potencial. Y recuerda, si Dios creó sombras es para destacar mejor la luz».

 

Señor, mientras la gente sencilla se apiña a tu alrededor sedienta de tu palabra, 

adviertes la presencia de algunos menos sencillos. 

Déjame que me una a los pequeños, y escuche o lea con gozo tu Palabra.

Espíritu de Amor, abre mi mente a tu Sabiduría, 

para que tu Palabra entre en mi vida y la transforme.  

 



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