La firmeza de la fe

 


 “Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos”. (Mt 16, 13-19).

«La fiesta de la Cátedra de San Pedro es una tradición muy antigua con la que se da gracias a Dios por la misión encomendada al apóstol san Pedro y a sus sucesores».
(Benedicto XVI)

Hoy recordamos la importancia del ministerio que el Señor confía al Papa: confirmar y guiar a la Iglesia en la unidad de la fe.
Estamos en comunión con el Papa Francisco, sucesor de Pedro.

La firmeza de nuestra Fe, está fundada en la Palabra de Cristo: las tormentas no derrotarán a la Roca inconmovible de la Iglesia.
Es la fidelidad de Cristo, la que sostiene la fidelidad del Papa, para guiarnos a todos.




En un mundo desorientado y sin fundamentos, la fe en la Iglesia –formada por pecadores, pero redimida por la sangre de Cristo, el Cordero sin pecado– me libera de la tentación de reducir el cristianismo a una religión desencarnada, irreal o individualista.

¿Quién es Cristo para ti?
Es la pregunta de todos los tiempos que nos hace el Señor hoy, como a Pedro.
Sólo de la relación con Él brotará la respuesta: ¡eres mi salvador!

Jesús pregunta sobre su identidad a los discípulos.
El único que contesta es Pedro.
Pregunta que sigue resonando en el correr de la historia, y a la que sólo respondemos correctamente si es desde el Pedro de hoy, el Papa.
Las demás respuestas están equivocadas.

Señor, ilumina mi vida y ayúdame a descubrirte en cada acto de bondad. Tú conoces mi corazón y sabes de lo que soy capaz dentro de mis limitaciones.

Tú nunca me echas de tu lado cuando fallo, por el contrario, me animas a ser más fuerte y valiente cada vez que caigo y así levantarme con mayor impulso.

Tú le dejaste a San Pedro una gran responsabilidad y le prometiste que, aunque el demonio le iba tender mil trampas, nunca lo dejarías sólo.

Oh Jesús, quiero tener una fe sólida capaz de resistir toda prueba, una fe tan deslumbrante que, todos los que me conozcan, sientan el ardor de conocerte.

No quiero que mi amor por Ti, se quede en un mero acto sentimental, sino que se transforme en actos tangibles que inviten a la conversión.

Quiero ser un portador de fe, alegrías y esperanzas y que los demás puedan encontrar en mí todo el apoyo y la gracia que Tú mismo me has dado desde lo alto.

Como San Pedro, también yo quiero profesarte con toda mi pasión, quien siendo pecador y a pesar de sus equivocaciones, nunca dudó de tu divinidad.

Ayúdame a escuchar, acoger y comprender tu Palabra para gritar a viva voz y en todo momento, que eres Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo. Amén



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