No todo vale

 


«Se acercó al rey y le pidió: 
“Quiero que ahora mismo me des 
en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.”» 
(Mc 6,14-19)
 
¿A quién debes tu lealtad?
 
La verdad molesta.
La verdad cuestiona tu vida.
La verdad inquieta.
La verdad te hace crecer.
La verdad ilumina.
La verdad te hace vulnerable.
Por eso, la verdad no gusta en tantas ocasiones.
 
A la mentalidad relativista y mundana le estorba y le incomoda la verdad.
Al discípulo de Jesús, la verdad le hace libre y le capacita para amar y servir fielmente hasta el final.
 
Es tiempo de escuchar la Voz interior de la propia Conciencia.
El mundo necesita de gente valiente, que sepa decir un sí o un no, como eco de la Voz de Dios, en la Conciencia.
 


No vale todo, por encima de cualquier cosa está la dignidad humana y la vida.
El respeto al diferente, el valor absoluto de la vida, no hacer daño, y mucho menos irreparable... son elementos de nuestra condición de creyentes
 

"Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven"
Todavía hoy muchos hermanos nuestros viven el martirio, simplemente por el capricho de unos poderosos.
Su culpa, mostrar en su vida al Resucitado. 

"El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?”

A veces cuesta soltar el control. Nos encumbramos en una soberbia ciega.
Pero la vida nos tira por tierra.
Y nos enseña humildad.
Dios es Dios.
Nosotros sus criaturas.

Fraternidad.
Hospitalidad.
Empatía.
Respeto.
Desapego.
Sobriedad.
Gratitud.
Compasión.
Vivir con un corazón dispuesto para amar, para acoger, para servir, consolar, escuchar, comprender...
"Misericordia quiero, no sacrificios".
Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.
Pero, si somos de Dios, si Dios nos ama y somos su pueblo.
¿Qué otra cosa importa?
Él nos ama y nos quiere ver semejantes a su Hijo, como una hostia blanca dorándose bajo el sol.

Sólo nos toca abandonarnos confiadamente entre sus manos, para que así pueda transformarnos en Cristo. 


Señor, enséñanos a encajar la cruz de cada día;
la cruz que exige el amor a los que más sufren y a todas las personas;
la cruz que conlleva la lucha por la verdad, por la justicia, por la paz;
la cruz que nos viene cuando somos fieles a Ti y a tu Evangelio.

Estas cruces nos resultan pesadas, Señor,
pero sufrimos más cuando nos encerramos en nosotros mismos,
cuando somos testarudos, egoístas
y nos dejamos llevar por la envidia o el rencor.

Señor, danos sabiduría para tener siempre presente
que la cruz por amor merece la pena,
nos hace más humanos, nos acerca a Ti
y da vida a cuantos nos rodean.

En cambio, el sufrimiento que nos trae el pecado
es más grande y enteramente inútil.
Señor, enséñame a sufrir como tú y contigo.



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