Compasión
“La gente comió
hasta quedar saciada”.
(Mc 8, 1-10).
El Señor tiene en cuenta tus necesidades siempre; para verlo tienes que estar ahí.
¿Qué recibo de Jesús para dar a los demás?
La compasión de Jesús por quienes pasan hambre, le lleva a pedir ayuda a los más cercanos.
Si contamos desde la matemática, son pocos los panes.
Si los ponemos en manos de Dios, alimentan a una multitud, la sacia y sobra.
Es cuestión de generosidad y compartir.
¿Qué tenéis?
Miremos en el corazón.
Tenemos fe en Aquel que se ha dado con generosidad, esperanza cierta porque Él siempre cumple la promesa, disponemos de su propuesta de dar la vida como transformación de la realidad.
Es fácil para Dios, volver a llenar tus manos, cuando lo que te nace es compartir.
Es más, cuando Dios ve esta disposición, vuelve a multiplicar los panes y los peces, de manera sorprendente.
Hay un mundo que vive en la esperanza de un mañana más justo, más fraterno.
Hay un mundo que sufre los dolores de un nuevo amanecer.
Hay semillas de vida traspasando la tierra de la muerte.
Tú me enseñas a verlo, a descubrirlo, Jesús, me das la fe.
Hay un hombre que vive la miseria, sin poder, sin saber, sólo muriendo.
Hay un hombre que, pese a todo, espera justicia y libertad.
Hay dos mundos, tres mundos, divididos por el poder e indiferencia.
Tú me llamas, Jesús, al compromiso, a la solidaridad.
Yo sé que no puedo encontrarte a ti, Jesús, sin tu Reino.
Yo sé que no llega el Reino, si en el centro no estás tú.
La compasión de Jesús por quienes pasan hambre, le lleva a pedir ayuda a los más cercanos.
Si contamos desde la matemática, son pocos los panes.
Si los ponemos en manos de Dios, alimentan a una multitud, la sacia y sobra.
Es cuestión de generosidad y compartir.
¿Qué tenéis?
Miremos en el corazón.
Tenemos fe en Aquel que se ha dado con generosidad, esperanza cierta porque Él siempre cumple la promesa, disponemos de su propuesta de dar la vida como transformación de la realidad.
Es fácil para Dios, volver a llenar tus manos, cuando lo que te nace es compartir.
Es más, cuando Dios ve esta disposición, vuelve a multiplicar los panes y los peces, de manera sorprendente.
Hay un mundo que vive en la esperanza de un mañana más justo, más fraterno.
Hay un mundo que sufre los dolores de un nuevo amanecer.
Hay semillas de vida traspasando la tierra de la muerte.
Tú me enseñas a verlo, a descubrirlo, Jesús, me das la fe.
Hay un hombre que vive la miseria, sin poder, sin saber, sólo muriendo.
Hay un hombre que, pese a todo, espera justicia y libertad.
Hay dos mundos, tres mundos, divididos por el poder e indiferencia.
Tú me llamas, Jesús, al compromiso, a la solidaridad.
Yo sé que no puedo encontrarte a ti, Jesús, sin tu Reino.
Yo sé que no llega el Reino, si en el centro no estás tú.
Bendito el que
marcha en tu nombre, bendito el que en el hermano ve tu rostro, se detiene y
comparte hoy su cruz.
E. Fernández
E. Fernández
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