¡Tan cerca!

 


«No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe». 
(Mc 6, 1-6)
 
¿Es Cristo un extranjero en tu vida?

Acercarnos a Jesús es descubrir nuestras propias contradicciones, nuestros credos de mentira, nuestros compromisos de papel, nuestras palabras vacías. 
Jesús nos debe escandalizar porque sino habremos hecho un Dios a nuestra medida.
 
Este Evangelio es una advertencia para que estemos siempre atentos a reconocer a Jesús, la novedad de su palabra, en sus sacramentos, en la vida de los hermanos que trabajan por servir a los demás, realizando nuevamente los milagros de la misericordia y de la acogida que realizaba Jesús.
 
Cristo sale a nuestro encuentro de una y mil formas.
Quiere encontrarnos, hablarnos, tocar nuestra vida.
Necesitamos, deshacernos de prejuicios para abrirnos a la gracia y poder reconocerlo y recibirlo, dejarlo entrar hasta el fondo.
Vino a los suyos, – los suyos somos nosotros – y los suyos necesitamos reconocerlo para que el mundo lo conozca.
 
 
Cristo no ha venido para que discípulos apáticos se acomoden templados bajo su luz, sino para que cristianos bautizados, habitados por su Palabra, alimentados por Él, se conviertan en servicio, en obras, en oración, y en luz que ilumine tenuemente la noche y la locura humanas.

 
Pidamos al Espíritu que nos ayude a acoger a los profetas y a ser profetas:

Envíanos, Espíritu poderoso, el rocío de tu suavidad.
Concédenos la plenitud del Amor.
Labra el campo de nuestro corazón de carne, endurecido
para que reciba y haga fructificar la Palabra.
Tu aliento en nosotras hace brotar la bondad,
la sabiduría, la fe y la compasión.

Tú eres quien consagra a los apóstoles,
inspiras a los profetas,
instruyes a las mujeres y hombres sabios,
haces hablar a los mudos
y abres los oídos cerrados cuando estamos sordas.

Concédenos la gracia de hablar con certeza
del Amor que crea y sostiene nuestra vida,
del camino del servicio que conduce a la alegría
y de mostrar con nuestra vida ese sendero a otras personas.

A la hora de intentar comunicar tu Palabra,
que tu sabiduría nos acompañe,
para que sepamos decir lo que es útil y oportuno.

A ti gloria, con el Padre de bondad,
con el Hijo, hermano nuestro,
ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
 
Abre tu corazón a la esperanza.
Aunque parezca que el mal domina el mundo y no veas salida, no te cierres en el dolor.
Confía en Dios, en la vida, en el amor.
Todo puede cambiar en un instante.
Siempre hay una grieta por donde el bien consigue colarse.
Serena tu mente.
Respira.
 
Dios siempre ha estado allí para extenderte la mano y sacarte de innumerables problemas, y créeme: ahora no será diferente.
No importa quién esté en tu contra o el tamaño de esa situación que enfrentas, con Dios de tu lado todo lo puedes vencer.
Fíate de su Gracia. Amén
 
Todos venimos al mundo con una misión y es bueno saber cuál es.
A veces no es fácil descubrirla.
Se desvela poco a poco estando atentos a los movimientos del corazón y escuchando la voz que nos hace tomar conciencia de quiénes somos.
Para qué nos quiere Dios.
Cuál es mi don.
 
Cada día es una nueva oportunidad para servir:
«El servicio es, en gran parte, cuidar la fragilidad.
Servir significa cuidar a los frágiles...  
El servicio El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, su projimidad».
 
Mirarme desde ti
 
Mírame tú, Jesús de Nazaret.
Que yo sienta posarse sobre mí
tu mirada libre,
sin esclavitud de sinagoga,
sin exigencias que me ignoren,
sin la distancia que congela,
sin la codicia que me compre.
Que tu mirada se pose en mis sentidos,
y se filtre hasta los rincones inaccesibles
donde te espera mi yo desconocido,
sembrado por ti desde mi inicio,
y germine mi futuro
rompiendo en silencio
con el verde de sus hojas
la tierra machacada
que me sepulta y que me nutre.
Déjame entrar dentro de ti,
para mirarme desde ti,
y sentir que se disuelven,
tantas miradas propias y ajenas
que me deforman y me rompen.

(Benjamín G. Buelta sj)



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