La agenda de Jesús.

 




Antes de partir a la misión, siempre la oración.

"Se levantó temprano, para orar".
Jesús es el Camino seguro.
En medio de las mil cosas diarias programadas, hay algo clave, super vital, que jamás debe faltar: ORAR.
Se oxigena el alma, se renueva la luz interior.
Más aún, Dios y el alma fraguan comunión de vida.

No dejes que se apague la llama que arde en tu interior.
Que no se adueñe de ti la fría indiferencia.
Pon luz y calor en este mundo oscuro.
Afina tu sensibilidad, cultiva la empatía.
Deja que brote la ternura, la compasión.
Sé cada día más humano.
Sueña.
Apuesta por el bien.
 
Hablar y rezar con los amigos, compartir la mesa, sanar a los enfermos... y buscar momentos en soledad para estar con el Padre. La "agenda" de Jesús está llena de bondad.
Busquemos la manera de imitar su quehacer diario

Tocar es romper barreras, sentirnos uno, dejar que fluya el bien. Puedes tocar con el contacto físico: un abrazo, una caricia; con la mirada, con una canción, con la sonrisa, con palabras que abrigan el alma Tocar el dolor y el sufrimiento para ofrecer compañía, alivio y consuelo

El Evangelio de este domingo presenta a Jesús no tanto como un taumaturgo, operador de milagros, sino como
Aquel que, habiéndose encarnado plenamente, se mostró compasivo ante todo tipo de enfermedades y sufrimientos.
Una grande consolación para este tiempo de pandemia.

A Jesús le hablan de enfermedad y va inmediatamente.
Se acerca a la persona porque ante el dolor no cabe indiferencia. La toca porque en el contacto están las palabras más profundas. La levanta porque es valiosa y querida.
Ella sana, y se pone a servir.

Está ahí, cerca del que sufre, coge de la mano, acaricia, cura.
En un momento de tanta enfermedad, soledad y manos que no se pueden tocar, Él se acerca, nos toca y nos levanta de tanto dolor, enfermedad y muerte.

Jesús se inclinó, tomó de la mano a la suegra de Pedro y la fiebre se fue.
El tacto es el sentido de la proximidad y el intercambio.
Se puede ver sin ver visto u oír sin ser oído pero no se puede tocar sin ser tocado.
Esta pandemia nos roba la proximidad y ello nos enferma

Cristo siempre fue muy sensible al dolor del hombre, pero no sólo fue participante y espectador apasionado del sufrimiento; él quiso recorrer plenamente sus oscuras galerías a través de la dramática experiencia de su pasión y muerte. 
 
 
 


Señor, deseo alabarte, bendecirte y darte gracias con todo el corazón por esta tu Palabra, escrita para mí, hoy, pronunciada por tu Amor por mí, porque Tú me amas verdaderamente.
Gracias, porque has venido, has bajado, has entrado en mi casa y me has alcanzado precisamente allí donde estaba enfermo, donde me quemaba una fiebre enemiga; has llegado allí donde yo estaba lejano y solo. Y me has abrazado.
Me has tomado de la mano y me has levantado, devolviéndome la vida plena y verdadera que viene de Ti, la que se vive junto a Ti. Por ahora soy feliz, Señor mío.
Gracias porque has atravesado mi obscuridad, has vencido la noche con tu potente oración, solitaria, amorosa; has hecho resplandecer tu luz en mi, en mis ojos y ahora yo también veo de nuevo, estoy iluminado por dentro.
También yo rezo contigo y también crezco gracias a esta oración que hemos hecho juntos.
Señor, gracias porque me lanzas hacia los otros, hacia mundos nuevos, fuera de las puertas de la casa. Yo no soy del mundo, lo sé, pero estoy y quedo dentro del mundo, para continuar amándolo y evangelizándolo.
Señor, tu Palabra puede hacer el mundo más bello.
Gracias, Señor.


 



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