Un signo

 


"Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás" 
(Lc 11,29-32)
 
Los signos nos llevan a realidades más amplias, trascendentes.  
Provocan a ir más allá de lo que vemos, oímos o tocamos.
Nos invitan a ahondar en la vida, a tomar perspectiva y no quedarnos en lo superficial. Jonás, Salomón, Jesús son signos.
¿Tú eres signo?
 
Nuestra mente racional pide signos, que nos lo expliquen todo, y no somos capaces de ver los signos que nos muestra cada día, en nuestra relación con los demás y con nosotros mismos.
 
¿Soy de los que buscan los signos de Dios o al Dios de los signos?
 
¿Un signo?
¡Un corazón quebrantado y humillado, oh, Dios mío, tú no lo desprecias!, dice el Salmo 50.
Pero, ¿es con esta actitud con la que yo me dirijo al Señor, con la que rezo, o más bien lo pongo a prueba constantemente, queriendo que él haga mi voluntad, pidiendo signos?
 
«Cuántas veces se nos escapa lo realmente importante porque solo vemos con los ojos del mundo y no con los del corazón».
 


Los signos nos llevan a realidades más amplias, trascendentes.  
Provocan a ir más allá de lo que vemos, oímos o tocamos.
Nos invitan a ahondar en la vida, a tomar perspectiva y no quedarnos en lo superficial. 
Jonás, Salomón, Jesús son signos. 
¿Tú eres signo?
 
Que dondequiera que hoy nos encontremos seamos transparencia y signo de Dios.
Que nuestra vida sea el comentario más hermoso y la exégesis más sencilla del Evangelio.
 
El Hijo del hombre, Jesucristo, es todo lo que Dios quiere decir a la humanidad.
Él es el signo definitivo de presencia de Dios en medio de este mundo.
Una Palabra de Alianza nueva y definitiva.
¡Jesús es el signo contundente de nuestra historia!
Y aunque algunos lo guarden en el último cajón del armario, Cuaresma es tiempo de volver con más fuerza a Aquel que es el Único Camino, Verdad y Vida.
 


La sabiduría de la Cruz es mayor que la de Salomón.
El mundo espera milagros, pero Dios nos ofrece el Misterio Pascual de Jesucristo –su muerte y su resurrección– como signo definitivo de su amor.
Necedad y escándalo para el mundo, vida y salvación para el que cree.
 
La grandeza de Dios se manifiesta en lo más pequeño.
En gestos de gente sencilla, como hemos descubierto en esta pandemia.
Aprender a descubrir la bondad humana es aprender a ver el rostro de Cristo en cada una de esas acciones.
 


Ayúdame, Señor, para que lleno de alegría y optimismo, dedique mi tiempo a querer, a amar, a sonreír y a poner en práctica mi fe para hacer feliz a los demás.

“Danos Señor un corazón y unos ojos nuevos
  para descubrir y agradecer las maravillas
  que haces en los corazones de las personas
  y en la historia de mundo.
  Y danos la fuerza de tu Espíritu
  para que no pase esta Cuaresma
  sin habernos convertido un poco más a Ti”



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