En el desierto con Jesús
“Era tentado por Satanás, y los ángeles lo servían” (Mc 1, 12-15).
Es el Espíritu el que empuja a Jesús al desierto.
El que lo lleva a un lugar solitario para ser tentado.
La tentación es necesaria para encontrarnos con nuestras sombras, limitaciones, debilidades.
Reconocer nuestra vulnerabilidad y convertir nuestra vida a Dios.
En Cuaresma, el Espíritu Santo nos empuja también a nosotros, como a Jesús, a entrar en el desierto.
No se trata de un lugar físico, sino de una dimensión existencial en la que hacer silencio y escuchar la palabra de Dios, para que se cumpla en nosotros la verdadera conversión. (Francisco)
40 días para adentrarnos en las profundidades de Dios en el desierto: lugar de escucha, oración y batallas interiores.
En el desierto le dejamos sitio a Él.
Pasar por el desierto es comenzar un cambio, después de esa experiencia no se vuelve a ser el mismo.
El desierto es el contraste entre la confianza plena en Dios y la inseguridad de uno mismo para poder salir de él.
Necesitamos de los 'desiertos', de estos encuentros para luego hacer frente a la vida.
La Cuaresma es un tiempo privilegiado para la oración
Es tiempo de detener la rutina, y desde el desierto cuaresmal, dejarnos reconducir por la Voz de Jesús, que ilumina nuestro camino.
Nuestra vida cristiana tiene que pasar necesariamente por el desierto.
Es decir, por la experiencia del silencio y de la soledad, del desprendimiento de las cosas materiales, del sacrificio y, sobre todo, de la oración y del encuentro íntimo y personal con Dios.
Tras la huella de Jesús, el cristiano abandona el desierto urbano de la distracción, del egoísmo, de la mediocridad espiritual, de la tentación para entrar en el desierto de la Cuaresma, de la contemplación, del amor, de la verdadera libertad.
La tentación es apartarse de la misión que Dios nos tiene encomendada.
Las tentaciones van en la línea de apartarnos de eso.
En las tentaciones se cae, pero nos levantamos.
Por eso pidamos a Dios no caer en la tentación, en la desesperanza, en abandonar el camino del Señor.
La vida siempre estará llena de tentaciones: el dinero, el poder, la fama… De nosotros depende sortear todos esos obstáculos que encontramos en nuestro camino hacia la verdadera felicidad
Toda la vida es tentación.
¿Cómo vencerla?
Sintiéndote amado intensamente por Dios.
Cada día experimentamos la tentación de poner la seguridad en las cosas, la de no aceptar la voluntad de Dios o la de postrarnos ante los ídolos del mundo.
La oración, la limosna y el ayuno, a ejemplo de Jesús –obediente, pobre y casto– nos ayudarán a combatirlas.
Jesús es el nuevo y perfecto Adán que, superando las tentaciones satánicas que destruyen la armonía de la creación, nos propone el mundo paradisíaco en el que Dios, el hombre, los animales y el cosmos se entrelazan en un maravilloso tapiz de vida, paz, colores y de música.
CONTIGO EN EL DESIERTO, SEÑOR
Escucharé al silencio que habla y la Palabra que resuena.
Me sentiré preparado para la misión para así, ofrecerme hasta desgastarme
contigo y por Ti, mi Señor.
¿Por qué vas a un desierto, Jesús?
¿Qué te brindan la arena y las montañas sin alimento ni nada con lo que sustentarte?
El desierto habla, cuando el mundo calla
Hace al cuerpo y a la fe fuertes y resistentes ante tantas cosas que los debilitan
Llévame contigo al desierto, Señor porque sin necesidad de estar en la aridez de esa tierra desértica también aquí y ahora soy tentado: por el afán de tener por el deseo del poder por la ambición de ser adorado
Contigo en el desierto, Señor seré fiel hasta el final me prepararé a la dureza de la cruz saldré victorioso frente al mal.
Romperé con aquella tentación que me persigue como si fuera mi misma sombra.
Dame, Señor, valor para triunfar sobre ellas
Concédeme, la valentía necesaria para demostrarte mi fidelidad y mi entrega.
Quiero estar contigo en el desierto: con Dios, fortaleza con Dios, salvación
con Dios, poderoso con Dios, santo con Dios, único Dios.
Quiero subir contigo, Señor a celebrar tu Pascua, Señor
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