No tengáis miedo
“Después de despedir a la gente,
subió al monte a
solas para orar”
(Mt 14,23)
El Evangelio nos cuenta
como Jesús deja a la gente y a los discípulos y marcha a la montaña a orar.
Nos fijamos en dos
detalles significativos:
- Jesús ora y ora
largamente y a menudo.
Es tan natural, que el
Evangelio nos lo comenta de pasada.
- Jesús ora en la
montaña.
Hubiera podido rezar en
casa.
Pero parece que la montaña
le ayuda más a estar con su Padre.
Para Jesús, más allá de
todo, está el Padre.
No trata de rumiar en su
interior los éxitos, sino de descalzarse de todo ruido para estar a solas con
su Padre.
Acostúmbrate a tener todos
los días un momento así.
Déjalo todo, deja a todos, y en silencio abre tu
corazón al Padre.
En tu Fuente, quiero
beber, Señor.
En esa hondura,
Tú recreas mi agua.
Y mañana, ¡de nuevo a
ser fuente en medio de las gentes!
El
mar es símbolo de peligro.
Jesús
anda sobre el mar, está por encima de cualquier inseguridad.
Todos
los discípulos de Jesús estamos embarcados en la pequeña nave de la Iglesia.
Y
con frecuencia sentimos nuestra fragilidad y la ausencia de Jesús.
Pero
él está vivo, ora por nosotros y nos dice:
"¡Estoy entre
vosotros, no tengáis miedo!"
Y,
sobre todo, sostiene nuestra fe y la de toda la Iglesia cuando, como Pedro,
tememos hundirnos.
La
fe profesada y vivida por toda la comunidad eclesial puede hacernos superar los
miedos y ser, como Jesús, portadores de esperanza.
- Señor Jesús, ¡ayuda a tu
Iglesia a vencer todos los miedos!
Y
nosotros, con la fuerza del Espíritu, podemos andar con firmeza sobre el mar de
la vida.
Y
si en algún momento falla nuestra fe, pidamos ayuda al Señor y agarremos su
mano tendida para poder seguir caminando.
“Señor, dame seguridad para avanzar en medio
del mar del mundo”
“Gracias
por la fuerza de tu Espíritu”
“Perdona
y cura nuestra falta de fe”
“Dame
humildad para pedirte ayuda y agarrar tu mano”
Aunque
parezca que nuestra barca se hunde, que todo se pone en contra, que el mal nos
rebasa por todas partes…
Jesús
sigue caminando hoy sobre todas nuestras aguas y tempestades.
Basta
que creas en la fuerza de su mano.
Aunque
sea de noche y tu barquilla parezca hundirse.
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