La justicia, la misericordia y la fidelidad.
“Descuidáis lo más grande de la ley:
el derecho, la compasión y la sinceridad”
(Mt 23,23)
La
excesiva preocupación de los escribas y fariseos por las cosas secundarias, les
ha llevado a olvidar lo esencial que no puede faltar en la vida creyente:
«la justicia, la misericordia y la fidelidad".
Dar
un valor exagerado a ceremonias externas les ha conducido a una religiosidad
sin contenido interior.
Jesús
pide el trabajo de purificación interior, del corazón, de modo que todas las
acciones de la persona sean reflejo de un corazón bueno y puro.
Jesús
conoce las intenciones y por eso recuerda que la principal tarea es la del amor
misericordioso.
«Aquellos fariseos eran
muy religiosos en la forma, pero no estaban dispuestos a compartir la mesa con
los publicanos y los pecadores; no reconocían la posibilidad de un
arrepentimiento y, por eso, de una curación; no colocan en primer lugar la
misericordia: aun siendo fieles custodios de la Ley, ¡demostraban no conocer el
corazón de Dios!
Es como si a ti te
regalaran un paquete, donde dentro hay un regalo y tú, en lugar de ir a buscar
el regalo, miras sólo el papel que lo envuelve: sólo las apariencias, la forma,
y no el núcleo de la gracia, ¡del regalo que es dado!»
(Francisco).
- Que nuestra vida, Señor,
sea expresión sincera de tu palabra
que habita en nuestros corazones.
Tienen
a Dios constantemente en los labios, hablan de Él a todas horas, pero no han
aprendido a recorrer los caminos del corazón de Dios.
No
saben nada de su ternura.
Habla
hoy de Dios con tu vida.
Aunque
lo hagas pobremente, eso vale más que las palabras bonitas pero vacías de
contenido.
Pongo mis trozos de vasijas rotos,
en tus manos de Alfarero.
Hazme de nuevo.
“Limpia primero la copa por dentro”
(Mt 23, 26)
Tú
quieres aprender a vivir y Jesús te sale al paso con una propuesta insólita.
Trata
de empujarte más allá de donde estás enredado.
Corres
peligro de perderte en cuestiones sin importancia y olvidar el amor y la
misericordia. Jesús insiste en que limpies tu interior.
Sólo
los limpios ven a Dios y lo reflejan.
Ora con sencillez:
“Señor, si quieres
puedes limpiarme”.
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