He venido a traer fuego




Este Evangelio nos extraña.
Parece que estas palabras no han podido salir de los labios de Jesús.
Sin embargo, pensemos por un momento en la vida del mismo Señor: provocó divisiones: unos a su favor, otros en contra; unos lo querían con locura, otros le odiaban a muerte.

Pensemos también en la vida de los santos: su estilo de vida y sus palabras obligaban a las personas a definirse, a favor o en contra.

Si somos fieles a nuestra condición de bautizados, nos ocurrirá algo semejante.
Provocaremos divisiones, aunque no queramos.

Jesús viene a prender fuego:
En cada hombre para que, con su amor, caliente la vida de los demás.
En cada hombre para que, con su amor, haga que todos se sientan amados.
En cada hombre para que, con su amor, haga que todos sientan la alegría de Dios.
En cada hombre para que, con su amor, haya quienes se sientan valorados como personas.
En cada hombre para que, con su amor, todos sientan el cariño y el compartir de los demás.
Jesús viene a prender fuego al mundo:
Para que haya más amor.
Para que hay más justicia.
Para que haya más esperanza.
Para que haya más dignidad.
Para que en el mundo haya un poco más de Dios.


PASIÓN POR EL REINO
ENAMORADO
Tú te has acercado,
has soplado sobre los rescoldos
de mi corazón,
y luz, calor, fuego y vida
han surgido gratis
inundando todo mi ser.
Derribaré cuanto se interponga
entre nosotros:
mis miedos, mis apegos, mis trampas,
mis seguridades, mis murallas,
mis pecados, mis conciertos,
mi insensatez...
y hasta mis pensamientos sobre ti.
Te dejaré entrar
hasta las alcobas más íntimas.
No te retendré en el umbral.
Despojado de todo,
excepto de mi deseo por ti,
te esperaré despierto,
arado,
desnudo,
limpio,
enamorado...
Sólo quiero la brisa de tu presencia
y el abrazo de tu amor.
Ulibarri, Fl.





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