Para salvar
La oferta universal de salvación por parte de Dios tiene un motivo y una finalidad: amar al hombre sin reservas ni medidas. Cristo es el gran signo o sacramento de ese amor del Padre a la humanidad, tal y como queda patente en su Encarnación. La «fe» o la «incredulidad» contienen ya un adelanto del juicio definitivo que acaecerá en relación a cada ser humano. Dios nos da los medios y las gracias suficientes para permanecer siempre unidos al Único capaz de liberarnos de nuestras cárceles y cadenas, y de llevarnos al Reino de la «luz» y de la «verdad».
La prueba del amor infinito de Dios por nosotros está en la entrega de su único Hijo. Además de mostrarnos su amor, con su muerte ha vencido la nuestra, la que nos correspondía por nuestros pecados. Por eso en Jesús hallamos el amor supremo de Dios y nuestra salvación definitiva.
DÉJATE AMAR POR DIOS
“Dios no mandó su hijo al mundo para juzgarlo, sino para darle vida”. El amor de Dios es inabarcable. No se atrapa en nuestros esquemas de normas, leyes y condenas. Rompe todo papel para hacerse ser humano. Quiere regalar vida eterna y salvación. El amor de Dios es luz que ilumina las oscuridades de nuestra falta de fe.
Para construir, no para derribar.
Para unir, no para separar.
Para integrar, no para segregar.
Para servir, no para mandar.
Para acariciar, no para matar.
Para sembrar, no para arrasar.
Para besar, no para calumniar.
Para salvar, no para juzgar
Acoger la luz verdadera, que es Jesús y su Evangelio, es también quedar iluminado y poder hacer las obras de Dios.
«El que no cree ya está juzgado» Con sus obras se aleja de la luz, no escucha la Palabra y hace de la soledad del mal el mayor castigo que uno puede llevar consigo pues no hay perdón si uno no se perdona y su vida se convierte en una locura que le aleja de Dios y de los demás.
Creer es un acto profundamente humano. Cómo un bebé en su madre. Cómo un paciente en su médico. Cómo un alumno en las clases de su profe. Vivir sospechando de todo nos acaba por enfermar. El creer lleva al amar. Y si amamos ya no tememos el juicio. Al final de la vida solo se nos examinará del amor. Por eso creer nos salva, porque nos hace sabernos amados y nos dispone a amar a los demás.
Jesús es la Luz. No busquemos otra. Con su luz como guía venceros las noches oscuras; como compañera reconoceremos al otro como hermano. Con su luz a nuestro lado nuestras obras se unirán a su luz. Con su luz el miedo dejará de dominar nuestra vida.
"Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado" No tengáis miedo de mostraros como cristianos, con naturalidad, sin rarezas. Pero tampoco os extrañe que muchos, al saber que amáis a Cristo, os detesten.
Comentarios
Publicar un comentario