La voluntad de Dios
Jesús se presenta como el sustento espiritual que satisface nuestras necesidades más profundas, que nutre y da vida eterna. Él es la fuente de vida y satisfacción para el alma. Al acercarnos a Él con fe, encontramos vida abundante y eterna. Su amor y gracia son inagotables, y su presencia llena nuestras almas de paz y alegría.
"El que venga a mí no pasará hambre". ¿Te sientes vacío, como si nada te llenara? Cómete a Dios, se hace comida para ti, para llenar siempre tu vida, para colmarla siempre de alegría. Llénate de Él
Jesús es el Pan que sacia nuestra hambre. La Fe en ese pan nos da vida. Creer en él para acoger su don. Su pan alimenta nuestra incredulidad. La fe fortalezca nuestra debilidad. El Pan acabe con nuestros miedos. La fe nos lleve a la eternidad.
Hambre de pan, hambre de sentido, hambre de cariño, hambre de justicia y de paz. Jesús, pan de Vida
Palpita emanando Vida. Se reparte haciendo de nosotros Pan para nuestros Hermanos, y dándonos la semilla de Vida Eterna.
Dame de tu agua, esa que quita la sed.
Haz de mi vida pan para el hambriento y agua para el sediento.
«Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera» Mirad, el Padre se lo entrega, es capaz de acercarse al Hijo, cumple la voluntad de Dios en él y es acogido con misericordia, luego ¿quién puede echar afuera a nadie si él nos acoge con misericordia?
"Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio." Que no quede un rincón de mi vida sin amar. Que nadie que pase por mi vida se vaya indiferente. Que yo no me pierda ni uno sólo de los detalles de amor que cada día se me regalan. Es tan fácil distraerse. Es tan normal cerrar los ojos y no ver, no oír, dejar de sentir. Cuando ya no esperamos que pase nada, cuando las previsiones son de baja intensidad, aparece la fe y lo llena todo de una nueva luz.
Esta es la voluntad de Dios Padre; este es el fin último del ser humano. No somos, como decía Heidegger, "seres para la muerte"; al contrario, somos "seres para la vida", y una vida sin fin, conquistada por Jesús, el Siervo Fiel. Esta convicción mantiene viva nuestra esperanza.
Pan para saciar
el hambre
de todos.
Amasado despacio,
cocido en el horno
de la verdad hiriente,
del amor auténtico,
del gesto delicado.
Pan partido,
multiplicado al romperse,
llegando a más manos,
a más bocas,
a más pueblos,
a más historias.
Pan bueno,
vida
para quien yace
en las cunetas,
y para quien dormita
ahíto de otros manjares,
si acaso tu aroma
despierta en él la nostalgia
de lo cierto.
Pan cercano,
en la casa que acoge
a quien quiera compartir
un relato,
un proyecto,
una promesa.
Pan vivo,
cuerpo de Dios,
alianza inmortal,
que no falte
en todas las mesas
( José María Rodríguez Olaizola, sj)
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