La puerta de la salvación
Jesús ofrece luego una segunda y mayor revelación: Él es la «puerta» del redil. El que no entra por ella es un ladrón y un asaltante. Quienes, en cambio, entren por esta puerta tan singular se salvarán y encontrarán pastos abundantes.
El Pastor frente al ladrón. El ladrón salta para entrar. Entra para robar, matar y hacer estragos. El Pastor entra por la puerta de las ovejas. No fuerza. Llama. Escuchan su voz porque la conocen. Una voz sincera, que busca el bien y regalar vida eterna.
“Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”. El Señor nos conoce, nos llama por nuestro nombre, no está lejos, nos ama. Se ha terminado la lejanía. Nos conoce no para juzgar sino para amar. Conocernos facilita el encuentro, la relación personal. Conocer es amar.
Él nos llama por nuestro nombre. Es una relación personal la que tiene con nosotros y nosotros con Él. No es un Pastor frío, lejano. Es cercano, nos conoce y nosotros conocemos su voz. Nos da profunda confianza escucharle, seguirle. Nada de miedo. Sólo hay una puerta para su rebaño, la puerta es Él. Para entrar y salir, para pertenecer al grupo, a la comunidad, es Él la puerta.
NOS LLAMA POR NUESTRO NOMBRE.
Cuando me llamas
por mi nombre,
ninguna otra criatura
vuelve hacia ti su rostro
en todo el universo.
Cuando te llamo,
por tu nombre,
no confundes mi acento
con ninguna otra criatura
en todo el universo.
Nuestra cultura occidental nos dice que andamos sobrados hasta en alternativas frente a la muerte. Pero no es así; y aceptarla como inevitable y como fin de nuestra existencia, no arregla nada. Jesús se propone como única alternativa. Sólo entrando por él hay verdadera salvación.
"Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante." La abundancia de vida está asegurada para los que siguen a Jesús. No tanto por las experiencias extraordinarias o milagrosas sino porque convierte lo normal y sencillo en extraordinario. La abundancia nace de ser consciente de cuanto amor rodea todo lo que nos pasa. La abundancia de vida ocurre cuando miramos a los demás con la mirada de Dios que lo valora y ama desde siempre. La abundancia de vida es sabernos hijos de Dios.
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