¡El Señor está a tu lado!
Una mujer, a quien Jesús amó y levantó en su dignidad, responde a ese amor buscando a su Amado. Jesús se encuentra con ella y la envía a anunciar que Él vive y que el amor y la vida triunfan siempre sobre el odio y la muerte. Jesús es el Señor de la vida. Él lo llena todo.
"Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”. (Jn 20,11-19). María está junto al sepulcro. Atrapada en la pérdida. Dos ángeles le preguntan por su llanto. Ella responde aferrada al dolor, a un cuerpo. Jesús quiere cambiar el luto en danzas. María Magdalena estaba desolada de tristeza, de soledad, junto al sepulcro. Las lágrimas inundan su rostro y le impiden reconocer al resucitado cuando se acerca a ella. La llama por su nombre, con su voz y ahí reacciona. Cuando Jesús pronuncia su nombre, se romperán las cadenas del vacío y la muerte, y estallará la alegría de la Vida. Jesús le explica todo lo vivido, todo lo ocurrido, todo lo llorado, pero sobre todo lo reído. El final de la historia de la humanidad es el abrazo resucitador de Dios que enjuga todas las lágrimas.
Si buscamos a Jesús entre los sepulcros de este mundo donde tantos hermanos sufren, algún día le escucharemos llamarnos por nuestro nombre.
¡Jesús vive! Jesús viene a nuestro encuentro... de mil maneras... que la mirada de fe le descubra, le encuentre.... especialmente en el Santísimo Sacramento, donde permanece palpitante.
«He visto al Señor y ha dicho esto» Estos son los dos elementos esenciales que configuran al evangelizador: el primero es el encuentro con el Resucitado (he visto al Señor). El segundo es la transmisión de las palabras del Maestro (ha dicho esto) no nuestras palabras. María de Magdala fue verdadera evangelizadora. En el tiempo de Pascua nuestra misión es el anuncio del Evangelio, y anunciarlo no es decir lo que nos gustaría que fuese sino acompañar nuestros actos con sus palabras, hemos visto y escuchado y lo demás sobra y nuestro testimonio será veraz.
En cada amanecer levanto mi alma a Ti, mi Señor.
Todo lo espero de tu Misericordia.
Señor, dame un corazón que sepa amarte
como María.
Abre mis ojos y prepara mi corazón
para que sepa descubrirte cuando te hagas presente y encontradizo.
¡El Señor está a tu lado!,
no lo dudes, abre tu
oído y corazón para que lo escuche
Es momento de compartir tu fe con los que tienes cerca,
¡Cristo ha resucitado!
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