No es la hora
«Yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es él me envía» Ni el mismo Jesús viene por si mismo pero nosotros nos creemos que tenemos la verdad. Cuanto falta para reconocer que nuestras palabras y obras deben mostrar al que nos envía y no sólo anunciar lo que nos gusta.
"Yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado" Lo de conocer a Dios es un misterio. Hay gente que dice que le oye, otros, que no existe y es una proyección. Otros que es una forma de perpetuar el dominio y el poder. Un negocio lucrativo que vive de incautos. Quién dice que le conoce debe vivir como vive Dios. Son las obras las que traducen lo que creemos. Quién ama conoce a Dios y viene de Dios. Quién no ama por mucho que grite o que hable no le conoce. Sólo el amor es un criterio válido de credibilidad. Jesús sabe que los judíos tratan de matarlo. Se mueve a escondidas. Aun así no deja de hablar abiertamente. No puede silenciar quien es. Romper los prejuicios de quienes creen conocerlo. Sembrar malestar en quienes quieren echarle mano. Jesús es Verdad. La persecución del justo por parte de los impíos anticipa el destino de Jesús, rechazado finalmente por sus contemporáneos. Ellos no verán en Él más que a un simple mortal y hasta lo considerarán un auténtico peligro. De ahí que Él se convierta para ellos en un “reproche viviente”. Y lo será en particular para los supuestos letrados, esos que tergiversaban la Escritura y corrompían la religión. También Él –«el enviado por el que es veraz»– será condenado a una muerte ignominiosa, cuando llegue su «hora». Así quedará comprobado que Dios permanece siempre fiel a quien trata de agradarlo.
Es el Señor quien maneja los tiempos. Este dato es esencial al en la celebración del Misterio Pascual. El cuarto evangelio subraya que la muerte de Jesús no es el resultado inevitable de un conjunto de circunstancias. El Señor del tiempo y de la historia se entrega libremente. La hora de Jesús se acerca. ¿Serás de los que le deja de lado? Reflexiona sobre cómo estás viviendo este tiempo de Cuaresma... con tus palabras, con tus acciones. La “hora del Señor”, su Cruz: nuestra salvación. Se acercan los grandes días de nuestra fe. Preparémonos.
Intentaban, Señor,
traicionarte y acabar contigo.
Antes que hubieran dado un paso,
ya habías Tú leído sus corazones.
Nada podrían contra Ti
ni su fuerza ni su astucia,
si no hubiera llegado tu hora.
Es ya la hora de que tu corazón
manifieste todos sus secretos.
Los planes escondidos de ellos
van a salir a la luz
pero así es como veremos
todos los escondidos planes que la
caridad infinita del Padre depositó en
el corazón de su Hijo.
Permites que te prendan con
engaños y con fuerza,
porque Tú quieres prendernos
definitivamente a todos con la verdad
y con el amor.
¡Señor, que mis traiciones insensatas
terminen siendo vencidas por tu
paciencia y tu misericordia!
¡Que termine por ser
yo el prendido en los lazos
inevitables de tu caridad!
Amén.
Comentarios
Publicar un comentario