El bálsamo de Dios
A lo largo del Antiguo Testamento el agua ha venido siendo considerada como señal de la bendición de Dios. Igualmente, a lo largo del Nuevo Testamento el agua es vida, resurrección y anuncio del bautismo en el Espíritu Santo. Esa «agua viva» es, en definitiva, Jesús mismo, como lo vemos hoy en el milagro del paralítico «que no contaba con nadie». Esa prodigiosa agua es don de Dios –unido necesariamente al conocimiento de Jesús– porque Él es el regalo insuperable que el Padre nos ofrece, para que el mundo tenga vida.
La historia del hombre sanado junto a la piscina de Betesda es un mensaje de esperanza para todos. Nos recuerda que Dios siempre está dispuesto a ayudarnos, no importa nuestra condición o nuestras circunstancias. Solo necesitamos tener fe y obedecer su palabra.
"¿Quieres quedar sano?". Esta pregunta es más que obligada en los tiempos que corren. Porque no se puede dar por supuesto que se desee ser salvado, que se ansíe la salud. Es tan complejo nuestro presente que pudiera parecernos absurdo. Sin embargo, el corazón sigue anhelando amor y justicia sus latidos.
Jesús pregunta por el deseo de quedar sano. Despierta la inquietud de levantarse sin dependencias. Invita a tomar la camilla de la historia para integrarla en el hoy. Impulsa a andar con gratitud por lo vivido y con esperanza por lo que vendrá."¿Quieres quedar sano?". Tú lo sabes todo Señor. Tú sabes lo doloroso que es vivir atrapado por el miedo, por la exigencia, por la tristeza. Eres tú quien te acercas a mí. Quién con mirada de cariño me animas a dejar la camilla, a dejar apegos, a dejar sucedáneos de lo que es vivir. Danos confianza y valentía para ponernos de pie. Para desplegar todo el manantial de vida y amor aletargados. Que en el día de hoy elijamos la vida. Libre y voluntariamente te volvemos a decir que te queremos seguir hasta el final.
La insolidaridad y el egoísmo nos vuelven paralíticos. Paralizados por la vida. Paralizados ante la vida. Agarra la mano tendida de Cristo, que te impulsa a caminar. Él es nuestra fortaleza ante el desánimo.
Todos tenemos a alguien, todos le tenemos a Él. No quiere que permanezcamos 'paralíticos', quiere que con nuestra historia -sea la que sea- salgamos al camino de la vida y anunciemos lo que Él nos propone, la salvación que regala, la Palabra que nos mueve. No hay encuentro y transformación con Él sin misión, sin anuncio.
¿Quién puede
penetrar
en el misterio increíble
del dolor humano?
Consuela, buen Jesús,
y fortalece a todos
los que sufren.
Llena sus corazones
de tu amable presencia.
Suscita corazones
generosos y compasivos,
que sean bálsamo de tu caridad.
Y a mi enséñame
a enjugar lágrimas
unge mi corazón
con tu misericordia
¡Jesús, mira que
hay tantos que no tienen ayuda!
Ayúdame a sostener
en el dolor a todos los que
están postrados en sus camillas.
Amén
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