Dócil a la Palabra de Dios
La Encarnación de Jesús es un maravilloso misterio. Una lección de Humildad, de Amor, de Vida. Pero da “vértigo” entregarse de esta manera... ¡No temas!
José dice que sí y... Una promesa que se hace realidad. Un imposible vencido. Un deseo que se cumple. Un camino abierto que va a cambiar la historia. Un sueño maravilloso que al despertar comienza a hacerse verdad.
José es un hombre discreto, callado, justo. Busca la mejor decisión para no hacer mal, y tiene la gran docilidad de dejar que se le cambie. Permite que Dios actúe en su vida, y su obediencia facilitará que la historia de la salvación llegue a su culminación.
José es el hombre del “silencio de la
encarnación”.
José es el hombre del “silencio de la Navidad”.
José es el hombre que siente “los problemas”.
José es el hombre que “no saca ruido, ni hace escándalos”.
José no “alborota a la familia”.
Es el hombre que “escucha la palabra de Dios en
silencio”.
Es el hombre que “responde a la palabra de Dios en silencio”.
Es el hombre que “cree a la palabra de Dios en silencio”.
Es el hombre que “se fía de la palabra de Dios”.
San José está dispuesto a obedecer sin dilación, se pone en actitud de escucha, es el justo, el pobre que tiene a Dios por riqueza.
San José nos invita a entrar en la escuela de los pobres que creen plenamente en el amor de Dios y han experimentado su don.
José... el hombre que adoptó al Hijo de Dios.
El esposo de María no reivindicó su derecho a llevar el título de “padre” del niño, como tampoco Jesús reclamó ser tratado igual que Dios. José acogió a Cristo como lo que realmente es: un don del cielo. Acogió a Jesús en su linaje y por orden del ángel le puso un nombre. Esta es su justicia. Y esta será también la nuestra, cuando en el corazón mismo de nuestros amores y de nuestras dudas, vivamos la historia de Dios-con-nosotros, Enmanuel.
¿Queremos comprender y vivir la Navidad?
Escuchemos atentos la palabra de Dios.
Es la única que nos puede traducir el misterio navideño.
José “patrono del silencio y no del escándalo”.
José “el maestro de la docilidad a la palabra de Dios”.
Calma nuestras impaciencias;
que aprendamos, como José,
a dejar que las cosas sucedan
sin perder el equilibrio,
sin bloquearnos por la protesta,
sin rechazar al diferente,
sin juzgar con dureza.
Danos la sabiduría de José,
para pensar bien de la gente,
para dejar obrar a Dios,
y para apostar por la bondad del otro.
Haznos generosos como María,
para darte el sí,
para estar disponibles siempre
aunque no entendamos.
Ayúdanos a cuidar nuestra familia,
a mantener viva la comunicación,
a generar ternuras y detalles
y a estar atentos a lo que necesita el otro.
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