Proclama

 


“El Poderoso ha hecho obras grandes en mí” (Lc 1,49).  

 

¡Tantas cosas que nos “llenan” pero nos dejan hambrientos! Busquemos a Dios con ahínco. Con un corazón puro y humilde, que sepa saciar nuestra inquietud con amor.

El Magníficat es un compendio de virtudes. María canta su salvación por Dios. María canta la salvación de Dios a los pobres, a los humildes, a los hambrientos. Es el canto de todo el pueblo de Dios, heredero de las promesas hechas a Abraham.

María estalla de alegría alabando lo que Dios ha hecho en ella. Es un canto en el que reconoce su pequeñez. La experiencia de los sencillos y los humildes, donde Dios derrama su amor incondicional e infinito. Podemos unirnos nosotros al Magnifícat de María.

María habla de Dios, no de ella. ¡¡Cuánto tenemos que aprender!!. María hace un relato en el cual el protagonista es Dios, que tiene misericordia, que enaltece a los pobres, que señala con el dedo a los poderosos y soberbios creyendo que son imprescindibles.

Suena a revolución. El canto que entona María recoge la conmovedora fidelidad de Dios que viene a exaltar a los despreciados de la tierra.

Es el himno de los pobres que ven realizado sus sueños. María conoce ese hambre que Dios viene a colmar, María tiene ese deseo, esa pasión de vivir.

Dios sabía que iba a encontrar en ella un hambre y una sed suficiente, por eso le pidió que llevara en su seno a su Hijo. Esta es la revolución de Dios que ha empezado por una joven mujer: el amor se ha hecho carne gracias al sí de María.

Hoy es un día hermoso para hacer nuestro propio MAGNIFICAT. El canto de tu vida que manifieste lo que Dios ha hecho por ti

En la cercanía de la Navidad, Dios nos invita a pronunciar nuestro propio canto. Un canto que se amasa y madura en el silencio contemplativo de nuestra historia, que se hace luminosa junto a la palabra que nos revela, como a María, el sentido profundo de nuestra vida y misión.

Que este final del Adviento reavive en nosotros la capacidad de cantar la vida que se nos va regalando. Vivir para cantar.

Algunos esperan la suerte de la lotería, como remedio a sus males. A los cristianos nos toca cada año la lotería: el Dios-con-nosotros. Si lo sabemos apreciar, crecerá la paz interior y la actitud de esperanza en nosotros. Y brotarán oraciones parecidas al Magnificat de María desde nuestras vidas.

Ella será la solista, y nosotros el coro de la alabanza agradecida a Dios Salvador.

Primer premio: Me alegro en Dios mi Salvador

Segundo premio: Ha hecho obras grandes por mí.

Tercer premio: Su misericordia pasa de generación a generación.

Cuarto premio: Enaltece a los hambrientos.

Quinto premio: Colma de bienes a los hambrientos.

"Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador" María es ensalzada y a ella acudimos los seguidores de su hijo Jesús a rendirle nuestro filial homenaje, y a implorarle su maternal protección

 


Ven Señor Jesús, para que pueda con humildad

cantar las maravillas del Señor,

por lo que día a día hace por nosotros.

Ven Señor Jesús, para que pueda sentirme feliz

en medio de tu pueblo,

deseoso de tu presencia, y contagiar a todos este gozo

que nace de sentir la misericordia de Dios.

Ven Señor Jesús, para hacer proezas con tu brazo,

derramando tu amor y tu misericordia a los humildes

y a todos los que te buscan con sincero corazón.

Ven Señor Jesús, a cambiar el corazón de los poderosos

para que no nieguen de tu pan a los hambrientos

y todos se colmen con tus bienes.


 

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