Todo se renueva
Adviento: tiempo gozoso, contemplación anticipada del plan de Dios plenamente realizado (el niño jugando tranquilamente con la víbora, arados y podaderas en vez de espadas y lanzas, ¡hermoso…!); pero también una llamada enérgica a captar la seriedad del momento, a la fortaleza y decisión: nos toca esperar de Dios y nos toca hacer…
En una sociedad donde se busca el aplauso fácil, mantenerse firme en las propias convicciones y metas es un desafío. No traicionarse a uno mismo se ha convertido en toda una acción profética.
A los profetas: admiración si lo que dicen coincide con lo que pienso, pero se les aparta de la circulación cuando nos resultan incómodos.
Cada día se nos ofrece la posibilidad de acoger la novedad del Reino de Dios o de seguir encerrados en nuestro orgullo; acoger a Jesús, que viene a salvarnos, o seguir confiando en falsos "mesías", que nos roban la esperanza y la alegría.
Estemos atentos a las señales que van anunciado su venida, su presencia. Importante saber mirar y descubrirle presente en nuestra vida. El adviento nos ayuda ello. Los ojos abiertos para reconocerle, el corazón dispuesto para acogerle.
Todo se renueva, cada día en se renueva la esperanza, y todo será para nuestro bien, en tu vida Jesús hará nuevas todas las cosas.
Es tiempo de conversión, de sanar el corazón, renovar las relaciones humanas y la relación con Dios. Tiempo de preparar el encuentro, de acoger la novedad y abrirse al misterio. Tiempo de volver al abrazo del Padre y abrazar al hermano. Tiempo de rumiar la Palabra que nos salva.
¡Tantas veces no reconocemos lo importante porque estamos enredados en la búsqueda de nuestras razones, deseos o conquistas! Se nos bloquea la mente y se cierra el corazón a la acogida y a la grandeza de un Dios que no deja de derramarse.
Cristo pasa a nuestro lado cada día y muchas veces no somos capaces de reconocerlo.
¿Estoy atento a los pobres, representantes del Señor Jesús?
En cada rostro que ha sufrido este año (enfermos, familiares, sanitarios), en cada mano tendida al que la necesita, en cada sonrisa agradecida: ahí está Jesús. ¿Sabes verlo en cada uno de ellos?
Dormirse en el amor. Despertarse en el amor.
Vivir en el amor. Que no quede nada más que amor.
Que el fuego del Espíritu nos abrase en amor. Nacidos por amor y para amar.
Ojalá arda fuego dentro de nosotros, el fuego del Espíritu Santo que nos mueva a amar y a servir sin medida,
La persona de Juan el Bautista nos interpela hoy.
Su voz, como la del profeta Elías, proclama con valentía el derecho de Dios sobre nuestra humanidad y nos invita a darle culto solo a Dios y a vivir una vida coherente con su promesa de amor. Juan el Bautista nos interpela en su manera de vivir, de vestir y de comer, él lo tiene claro, primero Dios y lo demás es muy secundario.
Aprendamos de la pasión con la que vive Juan el Bautista su fe y su deseo por llevar a los hombres a Dios. ¡Dichosos los apasionados! ¡Dichosos los que están dispuesto a entregar su vida por Dios pues es así
Señor, danos la mirada de fe de Juan Bautista, para descubrirte y reconocerte en la vida,
en mis gozos y esperanzas, en mis tristezas y angustias, en los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los que sufren y de todas las personas. Qué sepamos verte y oírte, sentirte y tocarte.
Señor, danos la valentía de Juan Bautista, para gritar con palabras y obras de amor: “en medio de vosotros hay uno que no conocéis”; para que sepamos mostrar tu presencia, a quienes te buscan a ciegas y no te encuentran, a los que te necesitan, aunque no lo reconozcan.
Señor, gracias por compartir nuestra vida, gracias porque quieres encontrarte con nosotros,
gracias por la alegría de anunciar a otros tu presencia, como renace el amor y se sirve mejor a los
hermanos!
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