“Aquel día decidieron darle muerte” (Jn
11,53)
El Espíritu, frente a un modo de vivir la vida cristiana
sin cruz, nos enseña a seguir a un Jesús con la cruz a cuestas.
¿Qué había hecho Jesús para que decidieran darle muerte?
Denunciar que la casa del Padre se había convertido en un
negocio y decir que Dios estaba con él.
¡Qué peligrosa es la libertad para los profetas!
Mira a Jesús, mira tantas personas que, con las cuerdas
de su fe afinadas, siguen cantando al amor en medio de la persecución y del
martirio.
Espíritu Santo, métenos en la muerte de Jesús,
mientras esperamos con Él el grito triunfante de la vida.
Señor, sabemos que la envidia perjudica a todos,
al que es envidiado y al que envidia;
pero, a veces nos cuesta mucho evitarla.
al que es envidiado y al que envidia;
pero, a veces nos cuesta mucho evitarla.
Envidiamos un puesto de trabajo, un coche, una casa,
un buen marido o una buena mujer,
el carisma, el físico, la inteligencia, la fama...
Nos parece que si no poseemos lo que envidiamos
no podemos triunfar ni ser felices del todo.
Haznos comprender los peligros de la envidia.
De la envidia nacen el odio y la calumnia,
la alegría causada por el mal del prójimo
y la tristeza causada por su prosperidad”
La envidia nos arma unos contra otros
y debilita desde dentro a las familias,
a las comunidades y a toda la sociedad.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para valorar nuestras posibilidades y capacidades;
para dar gracias por las personas que nos quieren,
por los pequeños logros que alcanzamos en la vida,
por las montañas y los ríos, los animales y las plantas,
por las cosas que nos hacen más agradable la vida.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para ver en cada persona a un hermano,
para no considerarlas competidoras ni enemigas;
para admirar, alegrarnos y dar gracias de corazón
con los talentos y los éxitos de los demás,
para saber pedir con humildad lo que necesitamos
y compartir con generosidad lo que tenemos.
un buen marido o una buena mujer,
el carisma, el físico, la inteligencia, la fama...
Nos parece que si no poseemos lo que envidiamos
no podemos triunfar ni ser felices del todo.
Haznos comprender los peligros de la envidia.
De la envidia nacen el odio y la calumnia,
la alegría causada por el mal del prójimo
y la tristeza causada por su prosperidad”
La envidia nos arma unos contra otros
y debilita desde dentro a las familias,
a las comunidades y a toda la sociedad.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para valorar nuestras posibilidades y capacidades;
para dar gracias por las personas que nos quieren,
por los pequeños logros que alcanzamos en la vida,
por las montañas y los ríos, los animales y las plantas,
por las cosas que nos hacen más agradable la vida.
Danos luz y fuerza para superar la envidia,
para ver en cada persona a un hermano,
para no considerarlas competidoras ni enemigas;
para admirar, alegrarnos y dar gracias de corazón
con los talentos y los éxitos de los demás,
para saber pedir con humildad lo que necesitamos
y compartir con generosidad lo que tenemos.
Amén
“... os conviene
que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.”
Lo de buscar un
cabeza de turco que pague por todos, que distraiga la atención… no es nuevo.
Y normalmente
suele ser el más indefenso, el menos poderoso, alguien insignificante.
El camino de la
Cruz no es atractivo.
Lo mas fácil es
mirar a otro lado.
Pero Jesús sí es
atractivo.
Su coherencia,
su fidelidad, su amor, nos atrae y nos reúne.
Él es el guía.
Con Él podemos
hacer camino.
A veces vivimos
una religión de ritos y costumbres con los que nos justificamos.
Ponemos
resistencia a la novedad del Evangelio, no queremos alterar nuestras vidas
comodonas.
Y apagamos la
llama.
Matamos el amor.
Vivimos en comunidad, en una gran familia: la de los Hijos de Dios.
¿De verdad somos capaces de sentir esa unión entre nosotros a través de nuestra fe?
Es muy difícil,
pero nada es imposible para ti.
Florecen momentos
entrañables, llenos de luz y de vida.
Y se dan entre
los que buscan, los que cuidan el corazón, los que se intercambian la paz y
hacen el bien, los que arriesgan con generosidad y viven en común, y los que
celebran la humilde fiesta de la fe.
Los pequeños.
"¿Qué os
parece? ¿No vendrá a la fiesta?",
preguntaban los judíos para acabar con
él.
Y os pregunto
yo, en este 2018:
¿Qué os parece?
¿Vendrá Jesús a
su fiesta?
¿Le
reconoceremos en sus celebraciones, en las calles, en nuestros acosados y
perdidos corazones?
A punto de
comenzar la Semana Santa, tres maneras de vivirla: mirando para otro lado, como
espectadores y turistas, comprometidos hasta el final.
¿Cuál eliges?
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