“Quien guarda mi palabra
no verá la muerte para
siempre”
(Jn 8,51)
Vivir la fe cada día en medio de un mundo descreído y
complejo, requiere de la ayuda de la gracia.
La oración, los sacramentos, afianzan nuestra confianza
en Dios, y nos ayudan a vivir el presente agradecidos y con esperanza.
La vida se juega cada día en ínfimos detalles que
muestran que estamos atentos y concentrados en lo que es.
En eso que nos decía una persona desahuciada:
"Dedícaos a lo esencial.
Lo demás es pérdida de tiempo.
Aprended a amar.
Ese es el pasaporte para la Vida".
¡Somos amados!
“Quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para
siempre.”
Son palabras de Jesús.
Las conocen bien los que cuidan la Vida, la protegen, la
miman, la liberan, la levantan, la silencian, la evitan maltratos, la pacifican
y la iluminan con acciones, pensamientos, palabras y gestos llenos de amor.
¿Quién quiere morir para siempre?
¿Se puede aspirar a algo más como persona que Vivir
eternamente?
Yo lo creo, yo confío en ello.
Lo sé, tener fe es una suerte
Un santo triste es un triste santo.
¿Te suena?
¡Experimenta la alegría del Evangelio y compártela con
los demás!
Ojo: es altamente contagiosa
“Se trata de aprender a descubrir a Jesús en el rostro de
los demás, en su voz, en sus reclamos.”
Jesús nos vino a traer la buena noticia de la vida.
La vida que no muere.
La vida que no termina en la muerte.
La vida que brota y crece en la muerte.
La vida que, como la suya, no termina en la muerte de la cruz sino que resucita en la mañana de pascua.
La vida que no muere.
La vida que no termina en la muerte.
La vida que brota y crece en la muerte.
La vida que, como la suya, no termina en la muerte de la cruz sino que resucita en la mañana de pascua.
Jesús se identifica sencillamente con la Vida.
Con él interviene algo nuevo en el combate milenario
entre la muerte y la vida.
"Serás una bendición para todos los pueblos".
"Serás una bendición para todos los pueblos".
Porque en Jesús la vida ha salido victoriosa.
En adelante, todo hombre puede esperar en la vida.
¡La fe es fecunda!
Señor, tengo miedo a la muerte.
Pero sé que tú me regalas la vida “para siempre”.
Señor, sé que tengo que pasar por esa experiencia del morir humano.
Pero también sé que mi muerte posibilita la “vida para siempre”.
Señor, tengo miedo a ese momento final de mi vida humana.
También tú pasaste por esa experiencia.
Dame la gracia de creer en tu palabra que me da vida eterna.
Pero sé que tú me regalas la vida “para siempre”.
Señor, sé que tengo que pasar por esa experiencia del morir humano.
Pero también sé que mi muerte posibilita la “vida para siempre”.
Señor, tengo miedo a ese momento final de mi vida humana.
También tú pasaste por esa experiencia.
Dame la gracia de creer en tu palabra que me da vida eterna.
María se dejó guiar por el Espíritu hacia un destino de
fecundidad y de servicio; aprendió a guardar en el corazón la Palabra y en ella
conoció al Padre.
Por eso, vive para siempre, es Madre de todos.
Recuerda que conoce al Padre y vive para siempre quien
hace lo que el Padre quiere; recuerda que está en Dios quien presta atención y
alivia los sufrimientos de la tierra.
María, enséñanos a ser contemplativos de la Palabra de
Jesús en la vida de cada día. Señora de la Vida ayúdanos a nacer a la vida para
siempre, a la comunión con Dios y con los hermanos.
Dame fe, Señor.
Y que sienta el brotar de una nueva vida,
cuando te palpo por la oración y la Eucaristía.
Dame fe, Señor.
Y elévame cuando, postrado en mil problemas,
tengo la sensación de que se impondrán
a mis posibilidades de hacerles frente.
Dame fe, Señor.
Porque la fe es ver lleno el vacío.
Porque la fe es confiar en lo prometido.
Porque la fe es levantarse aún a riesgo de volver a caer.
Dame fe, Señor.
Y que me levante para siempre escucharte,
y que me levante para nunca perderte.
Porque la fe, es poner a Dios
en el lugar que le corresponde.
Porque la fe, es atisbar luz
donde algunos se empeñan en clavar sombras.
Dame fe, Señor.
Y, cuando algunos me den por muerto o vencido,
grítame a lo más hondo de mi conciencia:
¡A ti te lo digo! ¡Levántate!
¡Gracias, amigo y Señor de la vida!
Y que sienta el brotar de una nueva vida,
cuando te palpo por la oración y la Eucaristía.
Dame fe, Señor.
Y elévame cuando, postrado en mil problemas,
tengo la sensación de que se impondrán
a mis posibilidades de hacerles frente.
Dame fe, Señor.
Porque la fe es ver lleno el vacío.
Porque la fe es confiar en lo prometido.
Porque la fe es levantarse aún a riesgo de volver a caer.
Dame fe, Señor.
Y que me levante para siempre escucharte,
y que me levante para nunca perderte.
Porque la fe, es poner a Dios
en el lugar que le corresponde.
Porque la fe, es atisbar luz
donde algunos se empeñan en clavar sombras.
Dame fe, Señor.
Y, cuando algunos me den por muerto o vencido,
grítame a lo más hondo de mi conciencia:
¡A ti te lo digo! ¡Levántate!
¡Gracias, amigo y Señor de la vida!
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